LA INERCIA DEL TRIUNFO
LA INERCIA DEL TRIUNFO
La Feria demuestra un
año más su gran capacidad de convocatoria, indiferente a ubicaciones en abriles
o mayos, y refleja una progresiva presencia de actuaciones musicales
La Feria de Primavera que culmina hoy ha seguido reflejando que
la Fiesta del Vino Fino continúa siendo el gran encuentro lúdico anual de los
portuenses, esa cita del calendario que se espera con entusiasmo, se ubique
donde se ubique: sometida como anda a la fijación previa de eventos de
municipios colindantes nada puede con su capacidad de atracción, indiferente a
abriles o mayos, a inicios, mediados o finales de mes. Sí es cierto que su
radicación no supone asunto baladí: fijarla en abril implica mayor riesgo de
pluviosidad que hacerlo en mayo, punto del baremo al que quizá no se otorga
suficiente trascendencia y que más de uno evocaría mientras las lluvias
nocturnas de miércoles y sábado se acomodaban en los toldos y el albero.
La Fiesta del Vino Fino comenzó con un pregón al que Teresa
Almendros, delegada de este periódico en la ciudad, confirió algunos tintes que
nos resultan cómplices a quienes nos dedicamos a tan singular actividad, y que
se agradece escuchar. Los periodistas pasamos de un lado a otro de la noticia,
convirtiéndonos en titulares nosotros mismos, en el marco de unos
característicos vasos comunicantes, y está bien que así sea, pues, aunque haya
quien nos niegue, o ponga en duda, tantas cosas de nuestra condición,
ciudadanos, por lo menos lo que se dice ciudadanos, al igual que humanos, somos.
El toro de Osborne persiste en lo suyo, erigido en uno de los
grandes iconos del evento, ganado el derecho al indulto, una libertad que en su
caso consiste en pastar en las eras del cielo, alimentado de azules y nubes, o
en conceder prestancia a la noche al ser él (cosa que sólo ocurre en la Feria
de El Puerto) el que viste traje de luces.
Todas las ediciones feriales se parecen pero no son
exactamente las mismas (las ferias se suceden, al cabo, como los años en las
personas). Este 2018 se ha levantado una polémica por la instalación de una
andana de botas de manzanilla en el recinto, coincidiendo con la dedicatoria a
Sanlúcar. Hay quien lo considera una cortesía institucional en el marco de la distinción
a la ciudad vecina y quienes estiman que supone un ataque a la promoción del
fino portuense. La instalación de las botas manzanillescas ha supuesto la
irrupción de un nacionalismo portuense bodeguero, que se extiende después a
otros ámbitos (los nacionalismos empiezan por uno concreto y después se van
extendiendo a los demás). Por lo que a mí respecta (últimamente acostumbro a
mojarme, de fino y manzanilla también), y admitiendo que hay cosas más graves
de las que preocuparse, creo que es mejor que no se hubieran puesto: la
cortesía es compatible con ciertos límites.
La evolución ferial nos revela una progresiva irrupción de
actuaciones musicales en las casetas. Cada vez son más las que disponen de
animación propia y en horarios más extensos. Incluso hemos gozado de hasta un
concierto sorpresa, con la interpretación de Paco Loco y su grupo Los Jaguares
de la Bahía. La situación de los músicos, junto al gran toro osbórnico, suponía
un inédito elemento de singular atractivo visual.
Desde el equipo de gobierno se ha subrayado el avance experimentado
en movilidad, con rebajamientos de acerados y otras medidas encaminadas a que
todos se desplacen cómodamente por Las Banderas. Una Feria más inclusiva es aún
más Feria. Toca aquí subrayar la presencia de Milagros Rodríguez, delegada
territorial de la ONCE, en la inauguración del alumbrado, respondiendo a un
cortés ofrecimiento del Consistorio tras la idea de la Organización Nacional de
Ciegos de dedicar el cupón del miércoles 25 al evento, lo que supuso la
distribución por todo el territorio nacional de más de cinco millones de copias
(publicidad aparte, se agradece el detalle).
Me conmovió la presencia en la tribuna institucional de
Milagros Rodríguez, acompañada de su perro guía: ella no podía ver las luces,
pero las encendió para que las disfrutaran los demás. Milagros es quien ha
permitido el brillo nocturno de la Feria, protagonizando algo más trascendente
que todas las led que se extienden por Las Banderas: un ejemplo de humanidad. Bajo
las luminarias, yo miraba a Milagros pensando que nada había más claro que su
corazón.
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