jueves, 26 de noviembre de 2009

CONTRA LA VIOLENCIA

El Puerto de Santa María ha acogido estas jornadas, al igual que tantos y tantos puntos del mundo medianamente civilizado, diversos actos en torno al Día Internacional contra la Violencia de Género, que se conmemoraba ayer. El lema escogido ("El silencio nos hace cómplices, no te calles") invita a reflexionar, pues el silencio equivale a la abstención y la abstención, en determinadas votaciones, se torna enemiga de la ética.
Para luchar contra la crueldad que se ejerce sobre las mujeres hay que emplear numerosos recursos, como los educativos, fomentando los conceptos igualitarios, o los económicos, para lo que resulta trascendental la autonomía financiera o, cuando menos, la puesta a disposición de las afectadas de una red social cuya tutela se manifieste suficientemente garantista como para que no duden en acogerse a su amparo; pero otro instrumento, bastante más eficaz para atacar esta epidemia de lo que desde ciertos ámbitos acostumbra a reconocerse, es la simple, pura y estricta legalidad.
En España, país donde el código penal puede leerse, por lo que atañe a muchos de sus artículos, como quien se enfrenta a un libro de humor o contempla teatro del absurdo, consecuencia de edulcoradas progresías de laboratorio que no convencen ni a quienes las propagan, tertulianos pamplinas que esgrimen la palabra diálogo cual metafórico tótem y un notable y general complejo de culpa porque durante casi cuatro décadas se vivió bajo una dictadura, es muy barato matar a alguien, y de esto se benefician terroristas y toda laya de delincuentes, circunstancia que incluye a quienes han llevado la violencia de género a sus más terribles consecuencias.
La clase política debería plantearse un endurecimiento muy severo de los castigos relativos a este tipo de delitos, así como de todos los que atacan la vida o la integridad física de las personas. Dada su incapacidad para solventar la crisis económica, al menos con esta sencilla medida, plenamente factible al resultar ajena a coyunturas globalizadoras, podrían prestar algún tipo de servicio a los ciudadanos a los que representan.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
26 de Noviembre de 2009

jueves, 12 de noviembre de 2009

TRISTE RÉCORD

La historia no sólo se escribe con frases ampulosas y solemnes, muros que se caen, enfermedades que se vencen, políticos que se encarcelan; también las estadísticas se incorporan a los anales, informando y sensibilizando a quienes deseen sobrepasar la aparente ataraxia de los números. Hace unos días hemos sabido que el mes de octubre se cerró en El Puerto con la cifra récord de 10.039 parados, superando la barrera sicológica (linde sólo existente para la tecnocracia, pues cada cual tiene bastante con su frontera particular) de los 10.000 inactivos.
Los tiempos, en este mundo global de gerencias cada vez más particularizadas, son poco proclives para la esperanza. La principal preocupación de los sindicalistas sigue siendo la de perpetuar sus prebendas, esa condición tan genialmente definida como liberada, pues nada se acerca más a los gozos y placeres de la libertad, por lo que los seres sin oficio les importan menos que los asalariados que concurren a las elecciones sindicales; mientras, parte de la clase política se afana en mantener sus actas o la aún más confortable tipología de los despachos, toda vez que las mesas también proporcionan suculentos salarios y eximen a los privilegiados de someterse al escrutinio, siempre arduo, de la opinión ciudadana.
Todo esto ocurre cuando incluso la propia administración envía al desempleo a sus administrados decretando el cierre de empresas, como sucederá en pocos meses con las televisiones locales que no han conseguido licencia de TDT, mientras los cargos responsables de la Junta y del PSOE exhiben hasta la fecha una indiferencia tal sobre la suerte de los damnificados que a uno le resulta absolutamente impropia en quienes gustan de autocalificarse como personas de izquierdas, condición que acostumbra a presumir de conceptos como ética o vergüenza y de prácticas como mostrar inquietud por el sino de agraviados sin culpa alguna.
Más que por el texto constitucional, España aparece articulada por la desazón con la que millones de personas observan el panorama económico.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
12 de Noviembre de 2009