domingo, 31 de agosto de 2014

DIVERSIDAD PICUDIL


El picudo rojo que ha destrozado numerosas palmeras de la avenida Micaela Aramburu, hasta casi someter esta histórica vía a un proceso de gingkobilobación detenido en última instancia por el alcalde, es un elemento caracterizado por su tendencia a mutar en metáforas y por lo heterogéneo de su alimentación. Así, no contento con devorar los intestinos de la variedad canaria, el picudo ha unido a sus devociones gastronómicas los adoquines de la citada calle, si bien, pese a tal  despliegue de fuerza, el equipo de gobierno confía en la superioridad de la próxima tipología arbórea arecastrum romanzoffianum.

En rápida extensión por todo el término municipal, se puede observar  que la oposición ha votado en contra de los presupuestos al considerarlos picudo rojo contable y que la plataforma “No a la zona naranja” ha unido los futuros parkings a su objeto social rajador al estimarlos picudos rojos para el bolsillo.

Por el contrario, el equipo de gobierno ha aprobado la realización de cuatro obras por un importe total de 514.000 euros, decisión a la que hay que añadir los 170.000 que se destinan al asfaltado de un tramo de la Avenida Felipe VI, buscando aminorar en lo posible la proliferación de picudos rojos en el vergel de las urnas del próximo mayo. El buen balance del paso de la vuelta ciclista, con la emoción estética inspirada por las imágenes aéreas de TVE, ha sido un picudo rojo para quienes critican El Puerto sistemáticamente, observando, en su masoquista flagelo diario, picudos por doquier.

La estampa del vaporcito, o de algo cada vez menos parecido a él, naufragado en un varadero en el que ya nadie trabaja, es un picudo rojo para los nostálgicos (ayer se cumplió el tercer aniversario de su hibernación terrestre y el actual propietario, Manuel Ramos, denuncia que el blablaísmo moresquista fue picudo rojo para la reflotación).

Muerto de éxito vegetal, el picudo ha sobrepasado las siempre estrictas limitaciones de la biología para adentrarse en los más abiertos matices del sentimiento (finalizando agosto para muchos llega el retorno al trabajo: picudo rojo para el ánimo). Cada cual es su circunstancia picudil.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
31 de Agosto de 2014


domingo, 17 de agosto de 2014

FRIALDAD EN LA MIRADA


La noticia publicada el jueves por este periódico sobre el sueño en que habitan las cámaras destinadas a la vigilancia de ciertas calles (léase a interponer multas de tráfico por accesos indebidos o estacionamientos irregulares, casi siempre de frágil justificación) me ha llevado a reflexionar sobre el estupor que acompaña el frío procedimiento con que se ejecutan este tipo de sanciones, tan distante del patrio carácter mediterráneo, dado al debate, e incluso pataleo, por infructuoso que pueda resultar.

A mí siempre me ha parecido que un castigo circulatorio notificado por vía postal o telemática, sin guardias civiles o policías locales o autonómicos intermediarios que se dignen a detener el tránsito del penado y le dediquen la cortesía de unos minutos consuetudinariamente tensos, supone una falta de consideración. Lo menos que se puede hacer con alguien que va a tener que rascarse el bolsillo es guardar el detalle de explicárselo personalmente. De no ser así el afligido une a su dolor pecuniario la afrenta de pensar que su verdugo, actuando desde una cómoda oficina con la rutina de quien expide un certificado, ni siquiera se molestó en sufrir calor o frío, tal vez en aguantar una lluvia incómoda, mientras reducía su patrimonio (en el amor, como en las multas, lo peor es la indiferencia).

Más de un conductor preferirá que la inversión de 100.000 euros resulte inútil si con ello consigue evitar siquiera uno de esos gravosos papelitos. Y la impresión que denota esta parálisis pupilar es que al actual alcalde, Alfonso Candón, más diplomático que su antecesor, se le antoja un tanto inoportuno el gran hermano ubicado en zonas tan sensibles como la avenida de la Bajamar, la plaza de España, Pagador, Misericordia, Nevería o Ribera del Río, no vaya a producirse la circunstancia de que algún fotografiado contra su voluntad se acuerde de la instantánea camino del colegio electoral en unas municipales que se acercan a zancadas.


A algunos siempre les quedará París y a otros, menos glamurosos, siempre les quedará la valla, ese elemento que nunca actúa a traición y que se abstiene de perfilar los rasgos del cogote. 

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
17 de Agosto de 2014   

domingo, 3 de agosto de 2014

LA SUERTE DE LA LIDIA


Los debates sobre la temporada taurina portuense no adquieren su máximo ardor cuando se polemiza sobre la actuación de los toreros, el remate del cartel, la altura de las ganaderías, el discernimiento  presidencial o el mismo futuro de la fiesta, atacada desde varios ámbitos: el punto más álgido de la tertulia suele provenir en torno al número e identidad, más o menos hipotético, de quienes han logrado sentar sus posaderas en el centenario coso sin pasar por la horca caudina de meterse la mano en el bolsillo.

Parece sentir general que la dicha de contemplar el evento de manera gratuita se ha ido reduciendo con los años y los sucesivos concesionarios, aunque sigue observándose una zona bautizada como el tendido del pescue o de la valvulina, lo que muestra que siguen existiendo quienes, para agravio de los que ven la cara al taquillero, evitan, por unas razones u otras, tan gravoso trance.

De hecho, prácticamente democratizada la eliminación de los pases de aparcamiento oficial en la Feria (mal de muchos, consuelo de egos), uno de los más dolorosos ejemplos de que se ha dejado de ser alguien en El Puerto de Santa María estriba en la obligatoriedad de tener que pagar por lo que antes se recibía gentilmente (la gracia humana se extendió tanto en algunos casos que los bendecidos pasaron a implorarla como derecho divino y más de alguna pérdida de amistad y apostasía se registró de manera paralela a la conclusión de la dádiva). Si la corrida es televisada el ultraje del contribuyente se duplica.

El privilegio de acceder a la histórica plaza por el presente morro genera tal morbo que hay quienes, habiendo sucumbido a la afrenta de abonar lo fijado por el empresario, se muestran más pendientes de los movimientos que se producen en los diversos estamentos del graderío que de las evoluciones acontecidas sobre el albero, elaborando teorías de urgencia, justificadas o directamente neuróticas, mientras indagan el benefactor de cada beneficiado. No debe sorprender; las entradas de toros exceden entre sus efectos la posibilidad de comprar voluntades: llegan a adquirir hasta el alma. 

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
3 de Agosto de 2014