domingo, 19 de enero de 2014

CAMBIO DE GUION


El anuncio de dimisión del alcalde, Enrique Moresco, y su próxima sustitución por Alfonso Candón, pone fin a un proceso fraguado en la dirección provincial del PP cuando las elecciones municipales de 2011 dejaron a los populares, en el mayor auge nacional de su historia y en una ciudad sociológicamente favorable, con los mismos 11 ediles que ya tenían, a dos de la mayoría absoluta. Los 13.440 votos obtenidos en mayo de aquel año distaron 8.691 de los 22.131 cosechados por los populares en las generales de noviembre, sólo seis meses después. Tal diferencia se erigió entonces como la más irreprochable encuesta, una demoledora estadística que tampoco ofrecía síntomas aparentes de mejora (más bien al contrario) en el tiempo posterior.

Así las cosas, el presidente provincial del PP, Antonio Sanz, la misma persona que en su día apostó por Moresco, guiado por la estrategia de dañar a IP (formación para cuyo estropicio bastaba con la inhabilitación de Hernán Díaz), no ha tenido más remedio que urgir un cambio para intentar evitar el riesgo de perder la alcaldía y un acta quizás clave en la Diputación.

Enrique Moresco ha trazado una ensalzadora autovaloración de sus méritos cuya defensa no coincide con buena parte del sentir general, que cree que seis años y medio deberían deparar una mejor cuenta de resultados.


Su relevo, Alfonso Candón, el hombre que se sentía llamado a cartel electoral en 2007, una vez el PP descartó a Aurelio Sánchez, tomará el bastón de mando de la alcaldía siete años más tarde. Varios factores le distinguen, para su beneficio, de Moresco. El primero, no baladí, es que Candón ha estado siempre en el mismo sitio, el PP, lo que le exime de esa sombra de oportunismo que ha perseguido a Moresco por su traición a IP, perpetrada tras sufrir Díaz Cortés su primer revés judicial y previa oferta de encabezamiento de la apetecible lista popular. A Candón se le intuye mayor capacidad de consenso, más peso en niveles superiores de la administración y una continua presencia en la calle. Toca desear suerte a quien será el nuevo alcalde de los portuenses: la suya será la de los ciudadanos.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
19 de Enero de 2014

domingo, 5 de enero de 2014

MIRADA EN LA MAÑANA


El 1 de Enero es un periodo paradójico, singular: se trata de la noche disfrutada hasta más altas horas, simultáneamente, por un mayor número de personas, y del día más desértico en las calles.  La jornada inaugural de cada año no se ve secundada por otra de características tan pronunciadas y es lógico que así sea, como tributo a la magia con que las expectativas adornan su matemática condición.

Ese silencio de las primeras horas que ilumina un sol normalmente debilitado por el invierno, cuando no, como en el pasado miércoles, clausurado por el abrazo gris de las nubes, pareciera mostrar el deseo del mundo de asistir a su propio estreno. Es como si la naturaleza nos expresara que ella misma se cree esos buenos deseos expresados en las redes sociales, en las palabras que se entrechocan en el cruzar apresurado de las avenidas, en los brindis tras los que surge la vida casi siempre impredecible de un sueño, y desfilara por primera vez sobre la pasarela del planeta.

Caminas por la arena de la playa en torno a las doce del mediodía y te parece observar una naturaleza más virgen, donde las olas, desnudas de barcos, cabalgan con una felicidad infantil, sorprendidas de sí, y las espumas intiman por vez primera con la arena. Hasta crees sentir que tu mirada se alza más limpia, incontaminada de reflejos turbios del pasado, cuyos destellos acostumbran a luchar contra la transparencia que uno indaga en el porvenir. Extiendes las pupilas al horizonte y piensas que muchas cosas, en nuestro interior y, desde luego, en la realidad externa, no sólo deben ser de otra manera, sino que el logro de ese idílico estado resultaría factible.

Indemne a todo lo que le rodea, cada 1 de Enero se erige en una invitación a la esperanza, en una ilusión colectiva cuyo voluntarismo la torna aún más hermosa. Y mientras recorres con los ojos la panorámica del cielo, el derredor entregado al descanso o una aturdida vigilia, acabas convencido de que todo habría de ser más justo y de que ese don, el de la justicia, es el mejor presente que unos viajeros lejanos podrían legarnos, apenas unos días más tarde.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
5 de Enero de 2014