jueves, 19 de junio de 2008

HISTORIA DEL CORAZÓN




Hay libros que uno escribe llevado por algo más que un impulso estrictamente intelectual, libros que uno necesita dar a la luz para rendir cuentas consigo mismo y con los demás, con aquellos a quienes siente parte inseparable, con quienes compartió temores, esperanzas, hasta formar un solo espíritu, un ser forjado sobre los caprichos de la vida o de la muerte. Hay libros que palpitan, donde cada renglón se abre a un latido nuevo, donde cada página pasa como los días, donde uno se sorprende entre un abrazo de manos infinitas, manos que se acercan a saludarle desde su tan sencilla como rotunda dignidad.
Antonio Muñoz Cuenca había tejido en su alma el compromiso de “ Paisajes y paisanaje ” ( Gráficas Lódelmar - Afanas ), de rendir homenaje a quienes cruzaron con él esos duros años de la postguerra, a quienes, en algunos casos, nunca atisbaron un futuro mejor, teniendo en el hambre, en la grisura, el solo horizonte de sus días. Era en aquellos tiempos en los que “ África estaba en El Puerto ” ( la frase resonó, con esa solemnidad de las grandes verdades, en las paredes de SAFA, lugar de presentación del volumen ), aquellos tiempos en los que el futuro se veía desde el quicio de un tabanco, con un poso de vino ya caliente entre las manos, en los que el cosmopolitismo se reducía a algunas funciones de teatro, tiempos en que la visita del mundo consistía en una previa de toros en el Hostal Loreto, en que los niños regateaban el mañana dibujando fintas en torno a una pelota de trapo, tiempos de castos galanteos en el Parque Calderón, de comedores de Auxilio Social, de mujeres que tuvieron que afrontar, con esa dignidad de las heroínas anónimas, una viudez temprana y una prole numerosa.
Hay libros que acogen la historia que no se certifica bajo el dosel de una cama palaciega, la historia que escapa a la estadística, a la inercia mecanicista de una enciclopedia, hay libros que saben que la vida es algo más que una sucesión de documentos administrativos. Me felicito de que Antonio Muñoz Cuenca sienta, de algún modo, haber saldado esa deuda contraída desde la sensibilidad, desde la compasión sobre quienes gozaron de peor suerte: me felicito porque las deudas más importantes son siempre las del corazón.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
19 de Junio de 2.008

jueves, 5 de junio de 2008

MEDIO AMBIENTE

El día del Medio Ambiente es ineludible cita para seguir reflexionando sobre nuestro comportamiento con el planeta y, dentro de esa contrición, sobre el cambio climático, fenómeno del que, mientras más se habla, más se desconoce, pero que ya ha alcanzado la dignidad de artículo en los estatutos de autonomía, traduciéndose en la vida cotidiana en la causa esgrimida por el contribuyente tipo ante el hecho de que los cielos no se comporten como él desea o espera. Así, si hace calor en verano es por el cambio climático, pero también si lo hace en primavera, otoño o invierno. Del mismo modo y por el referido trueque, un día amanece lloviendo para luego salir el sol, mientras que a la jornada siguiente es el Lorenzo quien saluda orgulloso y a la postre amenazan nubarrones, lo que concede a Al Gore, desde sus lejanías de insigne ex candidato derrotado, el privilegio de la verdad metafísica.
Aquí, en El Puerto, ciudad de las cien peculiaridades, hay que unir, a las consideraciones genéricas de la jornada, la circunstancia de que la concejalía de Medio Ambiente acostumbre a variar de titular en una rotación más frecuente a la registrada en otras áreas ( con lo que, bien mirado, no hace sino cumplirse con una de las grandes máximas del conservacionismo: el reciclaje ). He conocido personas, de apariencia feliz, que un infausto día fueron nombradas para dicho cometido, así, sin más ni más, como quien no quiere la cosa, por el mismo insondable designio por el que les podrían haber encargado la reducción del remanente negativo de tesorería o el adecentamiento de los exornos lúdicos, personas que, encaminándose al edificio también conocido ( ¿ guiños del destino ? ) como el matadero viejo o el antiguo matadero, se introdujeron en ese sobrio castillo donde, cuenta la leyenda, habita una maldición ( según algunos, inspirada por el único fantasma con barba del que se tiene noticia en la tradición occidental ) por la que el recién llegado acaba huyendo como alma que lleva el diablo, con tanta vida orgánica como escaso futuro político de esa especie de triángulo de las Bermudas de la actividad pública en que parece haberse erigido el inmueble.
Lo cierto, retornando a una perspectiva global, es que, al igual que la política es algo demasiado serio para dejarla en manos de los políticos, el medio ambiente es demasiado importante para dejarlo en manos de los hombres.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz.
05 de junio de 2008