domingo, 25 de septiembre de 2016

EL REFUGIO DE LA ESPERANZA


Recorriendo la exposición “Entre fronteras. El drama de los refugiados”, un trabajo fotográfico de los periodistas Sara Cantos y José Luis Sánchez Hachero, que el Centro Cultural Alfonso X expone hasta el 8 de Octubre, resulta inevitable que a uno le asalten reflexiones que, por acostumbradas, no pierden su fuerza y su verdad.

Una de ellas te lleva a pensar en la incapacidad que el ser humano muestra, en tantas partes del planeta, pese al tiempo que acumula hollando sobre él, para alcanzar unos mínimos niveles de convivencia. Otra es la escasez de políticas solidarias que palien, desde los lugares donde se disfruta de un mayor nivel de civilización, el desastre que asola a otros enclaves. Una tercera consiste, desde luego, en una especie de alivio culpable cuando, extendiendo la retina por las 43 fotos, que se despliegan como aldabas sobre la puerta de la conciencia, recreamos el confort de que gozan nuestras vidas y los minúsculos problemas, comparados con la zozobra enmarcada en los cuadros, que suscitan nuestra preocupación.

Inevitable resulta preguntarse por qué hay zonas de este mundo donde la injusticia parece un componente del oxígeno, un castigo eterno que obliga a un éxodo salvador. También sorprende, positivamente, ese afán por construir una cotidianeidad agradable en medio del escenario más hostil que el espíritu del hombre es capaz a veces de forjar, como si su ánimo quisiera superar la resistencia que las estructuras de los edificios han opuesto a los inmisericordes bombardeos.

Algunas de las instantáneas reflejan cómo, pese a la adversidad, se puede jugar a algo tan rústico e inocente como un futbolín en un campo que, al norte de Iraq, acoge a quienes huyen de la barbarie, o cómo lucir una sonrisa a través de la ventana de un tren que conduce a un destino misterioso, pero que se espera favorable, o, en cualquier caso, más propicio que el que se deja atrás: nada más desalentador que haber sufrido en el pasado, malvivir el presente y que la esperanza, ese sentimiento que la sicología humana necesita adherir a la piel del futuro, ni siquiera encuentre refugio.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
25 de Septiembre de 2016



domingo, 11 de septiembre de 2016

COSTUMBRES PRENUPCIALES


Leo en el Diario que la mayoría de los hoteles más significativos de la ciudad han optado por no alojar al turismo que viene a El Puerto con la exclusiva intención de celebrar la despedida de la soltería, el segmento viajero que acaso llamáramos prenupcial (resulta cursi, pero clarificador).

A mí siempre me ha llamado la atención ese despendole previo a la boda, esa bacanal anterior a la que tan desenfrenadamente se entregan los futuros contrayentes: si el matrimonio les sugiere tan poco que antes de rubricarlo se conceden a tal grado de exceso, capaz de provocar, mediando interesadas filtraciones, la propia suspensión del desposorio, ¿para qué se casan?

Piensa uno que casi todo lo que se hace en despedidas de soltero podría cursarse bajo la condición de casado, si se exceptúa, salvo acuerdos peculiares, lo que tenga que ver con cuestiones relativas a la osamenta (esa frase absurda de que lo importante no es la fidelidad, sino la lealtad, se la inventó alguien que le puso los cuernos a su pareja y no ingenió nada mejor para engañarse a sí mismo e intentar colársela a los demás, quizá aceptadores convenidos de la teoría). Tampoco he entendido muy bien la tendencia grupal que induce en estas coyunturas a enfundarse disfraces ridículos, como si el ser humano requiriera del gregarismo hasta para hacer el tonto o como si fuese condición inexcusable vestirse mamarracheramente cuando se profesa amistad a alguien que va a cambiar de estado civil.

Mal se le presentan las cosas a este colectivo, pues su carácter heterogéneo y fugaz provoca la inexistencia de una organización defensora al efecto, y si caen en lo políticamente incorrecto están perdidos, por más que sus características les beneficien a la hora de ayudar al sueño de la desestacionalización, ese palabro horroroso que la Real Academia Española de la Lengua aún no ha bendecido y en cuya pronunciación naufragan la mayoría de nuestros políticos (al menos en la primera travesía).


El turismo prenupcial puede padecer las consecuencias de incumplir los parámetros del turismo de calidad, cuyas premisas iniciales requieren gastar mucho y hacerlo en silencio.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
11 de Septiembre de 2016