domingo, 19 de junio de 2016

PAISAJE TRAS LA RUPTURA


La decisión del alcalde, David de la Encina, de romper el acuerdo tripartito (gracias al cual el gobierno que regía gozaba de mayoría absoluta) como respuesta a la decisión de los ediles de Levantemos de ausentarse de la Junta Local de Gobierno que otorgaba licencia de obras al parking de Pozos Dulces ha creado un escenario inédito cuyas consecuencias tienen aún que aquilatarse.

Por más que el primer edil ha insistido en ceñir su determinación a la referida ausencia, argumentando que cuando se ejerce el poder “hay que estar a las duras y a las maduras”, muchos tenemos la sensación de que Pozos Dulces ha sido lo que popularmente se define como “la gota que colmó el vaso” y que en la mente del alcalde triunfó el argumento de que podía sentirse más libre al frente de un gobierno en minoría con IU, buscando acuerdos puntuales con otras fuerzas, que encabezando una aparente mayoría tras la que se escondían sus manos atadas por las cortapisas ejercidas desde la sección podemista.

Varias incógnitas se abren tras lo acaecido: la primera es saber si Izquierda Unida aguantará el acuerdo el resto del mandato (las tensiones evidenciadas en el Consejo Local que valoraba la salida de Levantemos demuestran que la travesía no será fácil y que todo puede esperarse) y la segunda conocer en qué se traducirá ese “grado de responsabilidad” que el alcalde pide fundamentalmente a sus indignados ex socios y a un PP desposeído de la alcaldía (pese a haber sido la fuerza más votada y ya con el mismo número de ediles que el equipo de gobierno, nueve) por quien ahora solicita levantamiento acompasado de manos en las sesiones plenarias.

Hay que cerrar esta columna con una reflexión obvia: que lo ocurrido no perjudique al futuro de la ciudad y que los tres años que restan hasta la convocatoria de elecciones municipales (la posibilidad de una moción de censura parece inviable) no se caractericen por una estrategia que se limite a provocar el achicharramiento del gobierno, pues el ejecutivo se quemaría en las llamas al mismo tiempo que las ilusiones de los portuenses tornarían en cenizas a la espera de un lejano, a la par que imprevisible, 2019.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
19 de Junio de 2016


domingo, 5 de junio de 2016

VELEIDADES NUMÉRICAS


El concejal de Playas, Ángel Quintana, señaló en la rueda de prensa de presentación del inicio de la temporada, el pasado jueves, que todo estaba dispuesto para disfrutar de los 16 kilómetros del litoral. El dato podría no haber cobrado mayor trascendencia, pero a este periodista, curtido en batallas, sazones y desazones, le saltó entonces un inevitable resorte automático. Durante numerosos años, recuerdo que con enfervorizada insistencia en la época de gobierno independiente, nuestros responsables públicos se referían orgullosos a la existencia de… 22 kilómetros de costa.

¿Qué ha sucedido? ¿Sufren nuestras aguas y arenas un recorte comunitario o impuesto desde algún oscuro ministerio que ha reducido su extensión en nada menos que seis mil metros? ¿Tenía razón Al Gore y nos encontramos ante un efecto devastador e irrefutablemente probatorio del cambio climático? Preguntado sobre la cuestión el jefe de servicio de playas, Juan Pedro Olmedo, contestó, en un tono de cierta resignación administrativa, de persona instruida que no se sintió llamada para la polémica: “Nunca supe de dónde salió esa cifra de 22 kilómetros”.

Esta circunstancia me llevó a reflexionar sobre la liviandad con la que en muchas ocasiones nuestros dirigentes manejan los números. ¿A quién, por ejemplo, no le han surgido serias dudas al escuchar la cantidad de bombillas con que cuenta la Feria o de pelotas y peluches que se reparten horas antes del inicio de la cabalgata de Reyes? Y, ¿cómo controlar la veracidad del contingente de caramelos regalados por las calles en dicho itinerario?

No digo con esto que exista una voluntad manipuladora o falaz que quiera abrirse paso a cualquier precio, sino que, simplemente, hay asuntos a los que se les exime de la debida importancia, cuantificaciones amparadas en la imposibilidad práctica de constatación.


Nos resta el consuelo de que la belleza no requiere necesariamente de grandes magnitudes. Paseando por Valdelagrana, extendiendo los ojos al horizonte de Fuentebravía, nuestra línea de costa me pareció igualmente hermosa que cuando la creía, al parecer, seis kilómetros más larga. 

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
5 de Junio de 2016