PAISAJE TRAS LA RUPTURA


La decisión del alcalde, David de la Encina, de romper el acuerdo tripartito (gracias al cual el gobierno que regía gozaba de mayoría absoluta) como respuesta a la decisión de los ediles de Levantemos de ausentarse de la Junta Local de Gobierno que otorgaba licencia de obras al parking de Pozos Dulces ha creado un escenario inédito cuyas consecuencias tienen aún que aquilatarse.

Por más que el primer edil ha insistido en ceñir su determinación a la referida ausencia, argumentando que cuando se ejerce el poder “hay que estar a las duras y a las maduras”, muchos tenemos la sensación de que Pozos Dulces ha sido lo que popularmente se define como “la gota que colmó el vaso” y que en la mente del alcalde triunfó el argumento de que podía sentirse más libre al frente de un gobierno en minoría con IU, buscando acuerdos puntuales con otras fuerzas, que encabezando una aparente mayoría tras la que se escondían sus manos atadas por las cortapisas ejercidas desde la sección podemista.

Varias incógnitas se abren tras lo acaecido: la primera es saber si Izquierda Unida aguantará el acuerdo el resto del mandato (las tensiones evidenciadas en el Consejo Local que valoraba la salida de Levantemos demuestran que la travesía no será fácil y que todo puede esperarse) y la segunda conocer en qué se traducirá ese “grado de responsabilidad” que el alcalde pide fundamentalmente a sus indignados ex socios y a un PP desposeído de la alcaldía (pese a haber sido la fuerza más votada y ya con el mismo número de ediles que el equipo de gobierno, nueve) por quien ahora solicita levantamiento acompasado de manos en las sesiones plenarias.

Hay que cerrar esta columna con una reflexión obvia: que lo ocurrido no perjudique al futuro de la ciudad y que los tres años que restan hasta la convocatoria de elecciones municipales (la posibilidad de una moción de censura parece inviable) no se caractericen por una estrategia que se limite a provocar el achicharramiento del gobierno, pues el ejecutivo se quemaría en las llamas al mismo tiempo que las ilusiones de los portuenses tornarían en cenizas a la espera de un lejano, a la par que imprevisible, 2019.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
19 de Junio de 2016


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