domingo, 17 de julio de 2011

EL MAR Y LOS MERCADOS

Ahítos de la especulación de los inversores, esos seres misteriosos que uno siempre imagina con infinitos teléfonos colgando de múltiples orejas, con un solo dedo que teclea en la red para enloquecer a sesudos ministros de finanzas, exhaustos de atender la evolución de la prima de riesgo, concepto mediático ya tan familiar como hace años absolutamente desconocido, muchos ciudadanos se encaminan a las playas en pos de refugio de una Europa acosada.


La misma Grecia donde harapientos filósofos hablaron hace miles de años de libertades que a duras penas consagraron las constituciones tantas guerras más tarde es el país cuyos números se desangran en tortuosa agonía, de modo que el litoral portuense se puebla de bañistas que, confusos ante el caos, han decidido que la única garantía que inspira Occidente se resume en la placidez que un baño salado termina por suscitar en las vísceras.


Mientras los tecnócratas reflexionan sobre la teología salvífica atribuida al euro, ese concepto que parecía eterno, y las deudas nacionales se extienden como una especie de peste medieval, el sentido común parece sugerir un refinado tueste de la epidermis al sol de la Puntilla y un brindis con sangría que ponga los estómagos a salvo de cualquier rescate.


A la par que el sol torna sus colores en el horizonte, pincel del cuadro infinito de las aguas, una mente extendida bajo una sombrilla puede preguntarse por la solidez de un país en el que los ciudadanos se empobrecen y un Estado que teme la quiebra se siente obligado a prestar un dinero que se supone no posee a varias cajas de ahorro que (en contra de lo que se antoja ley histórica) carecen de reservas, pese a lo cual seguirán gobernándose a su antojo, exprimiendo sin pudor a quienes con sus impuestos salvaron sus siglas.


Todos los asesores que se incorporan a la nómina del Fondo Monetario Internacional concluyen que la eurozona más firme, la más inmune a toda suerte de inquietud, es la extensión de una toalla sobre la que un cuerpo contempla la hermosura con que las olas descansan para siempre en las arenas.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

17 de Julio de 2011

domingo, 10 de julio de 2011

EL ARTE DEL SABOR

La concesión del Premio Andalucía de Turismo 2011 en la modalidad "Empresa o empresario" al cocinero portuense Ángel Léon reconoce la labor de este profesional y condecora la trascendencia adquirida por la gastronomía en estos últimos años en nuestro país, de tal forma que lo que parecía una labor casi inercial o rutinaria ha terminado por enraizarse en lo cultural y ascender a la categoría de arte.


El galardón, concedido por la Junta, se asigna al responsable del restaurante "Aponiente" "por contribuir a lograr sabores únicos y memoralbes de la mano de la innovación tecnológica y el buen hacer", un mérito que se adorna con cierto tinte mágico al encontrarse el establecimiento en la calle Puerto Escondido, vía de la ciudad que a mí siempre me ha parecido peculiar, distinta a todas, como ofrecida y rezagada al tiempo.


El jurado, compuesto por representantes del empresariado, los sindicatos y la administración regional, distingue así a quien ha recibido este año su primera estrella Michelín y lo hace con un honor que, al carecer de prestación económica, adquiere ese peculiar prestigio que viste a las recompensas cuyo boato se ciñe a la estricta denominación.


Los cocineros son una especie de alquimistas del sabor, de amanuenses de las texturas, que trabajan para hacer felices a los demás, un espíritu cuyo fondo es tan loable como el de las mejores sopas.


Ángel León, quien gusta de definirse "chef del mar", se ha embarcado en una labor oceánica que destila sabores en los productos marinos al igual que la luz los suscita en las aguas. Tenemos que sentirnos felices de que este portuense, que recogerá el galardón el 27 de septiembre, coincidiendo con el Día Mundial del Turismo, haya decidido anclarse en nuestro secular casco histórico con un restaurante en el que se afana, con sobresaliente éxito, en ingeniar platos como jureles hechos sobrasada, sardinas de poniente en brasas de huesos de aceitunas o acedías asadas dentro de una arcilla de escaramujos: descubrimientos gastronómicos cuyo objeto es componer una perfecta sinfonía en el pentagrama del paladar.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

10 de Julio de 2011