lunes, 29 de febrero de 2016

UN EJEMPLO CULTURAL


El cierre mañana de Zoco Espacio Creativo, la entidad que tanto y tan bien ha hecho por la cultura desde su sede del número 83 de la calle Larga, es una mala noticia para quienes aman las artes, para quienes gustan de indagar en los afluentes de la creación y el conocimiento y de compartir los resultados de esas pesquisas. Dificultades económicas han obligado a los promotores a una medida que llega dos años y medio después de la apertura, un tiempo en el que se han presentado libros, escenificado obras de teatro, proyectado películas, ofrecido exposiciones pictóricas o programado música, además de incluir tertulias y hasta de organizar una incansable Plataforma Cultural que quiere seguir desde otro enclave desarrollando iniciativas en la ciudad.

En una metáfora del nivel que ZEC había alcanzado su última propuesta  ha sido “Tiempo de témpera”, un repertorio de trabajos de Juan Herrador Granero, un pintor que canaliza como pocos la luz y las formas desde el natural hasta el caballete, de modo que uno no deja de asombrarse ante  sus cuadros.

Parafraseando la famosa sevillana, algo se muere en el alma cuando un local cultural se cierra. Entidades como ZEC son necesarias para la pureza del oxígeno que respiramos, para aumentar el pulso de El Puerto, pues muchas actividades carecen de un lugar en el que mostrarse y permanecen inéditas o agostadas buena parte del año. Proyectos como ZEC son los que otorgan idiosincrasia, lo que diferencia a unos enclaves de otros, ayudando a crear eso tan etéreo y a la vez tan tangible que se llama calidad de vida.


Durante estos días ZEC está liquidando diversos productos, un stock caracterizado por el I más D del arte. Lo que es seguro es que nadie liquidará su empuje. Hoy mismo, a las siete de la tarde, está convocado el quinto encuentro cultural, una cita que servirá para despedir a ZEC y planificar el futuro. Vaya desde aquí mi homenaje a esos cinco socios que en 2013 pusieron Zoco en marcha y mis mejores deseos para que, desde otro enclave, continúen ofreciendo los frutos de su ingenio y de su capacidad organizativa, conformando una sociedad menos impersonal y anodina.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
28 de Febrero de 2016

domingo, 14 de febrero de 2016

DE NOMBRES Y DOTACIONES


La formación “Somos andaluces” ha propuesto al equipo de gobierno que el pabellón de la Angelita Alta lleve el nombre de Antonio Muñoz Cuenca, gran enamorado de El Puerto y divulgador de lo portuense, fallecido el pasado diciembre. Yo creo que sería más adecuado que Antonio, que hizo muchas cosas por la cultura de la ciudad (fue maestro toda su vida, director y fundador del Orfeón y de otras agrupaciones musicales, miembro inicial de la Tertulia Flamenca Tomás el Nitri, colaborador de  Tele Puerto, autor de libros sobre aspectos de la idiosincrasia local…), diera su nombre a otro tipo de dotación. ¿Por qué no, por ejemplo, rotular así la Casa de la Cultura sita en la avenida Menesteo una vez se reabra? Me parece a mí que tendría más relación con la fecunda actividad que llevó a cabo.

Entiendo que el pabellón debería homenajear en su frontispicio a alguien más propiamente relacionado con la parcela deportiva. Puestos a cuestiones nominales hay dos claras asignaturas pendientes (los futbolistas Joaquín y Pinto), a los que se sumarían otras grandes trayectorias, aunque resulten menos populares. En los casos del extremo internacional o del laureado portero barcelonista hasta se podría acudir al campo de césped artificial de “El Juncal” o a la Ciudad Deportiva, entre otros equipamientos.

Entre las dejadeces que El Puerto sufre se encuentra también la nominal. Y aquí no se puede culpar a Europa, el gobierno central, la Junta, o los reparos del secretario y/o interventor municipales. Un ejemplo que siempre me ha resultado doloroso es el del pabellón de El Tejar: denominado “Jóvenes portuenses” en mi opinión debería haber rendido tributo a un obrero de un municipio sevillano (la memoria no me permite detallar más) que falleció cuando se construía, en un desgraciado accidente laboral.


Las localidades deben recordar a quienes se han hecho merecedores de ello y esa tarea hay que observarla como un aspecto más de la gestión. Es plausible, justo para con quienes se fueron o quienes siguen aún vivos (las rotulaciones no tienen por qué exigir cláusula mortuoria) y sirve de ejemplo para generaciones presentes y futuras.     

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
14 de Febrero de 2016