El pleno ordinario del mes ha aprobado por unanimidad iniciar
un expediente para otorgar un reconocimiento municipal a la congregación de las
Hermanitas de los Pobres que, tras 122 años de presencia en El Puerto, deja
próximamente la ciudad. La congregación, fundada por Juana Jugan en el siglo
XIX, ha señalado que la falta de vocaciones religiosas y la avanzada edad de
muchas de las monjas les impiden seguir con la labor que desarrollaban en su
centro de Las Banderas, un trabajo en el que han recibido la plausible ayuda de
quienes donaban dinero, comida u otros elementos.
Nunca se podrá glosar lo suficiente la dedicación de personas
como estas Hermanitas, que, desde su entrega cristiana, han ofrendado lo más
valioso que tienen, su vida, al servicio de los demás, de forma anónima y
desinteresada. Constituyen todo un ejemplo de amor, que, en estos tiempos tan
marcados por el individualismo y la multitud de variantes que adopta la, en
definitiva, ausencia de compromiso, adquiere aún mayor mérito.
La moción aprobada a propuesta del PP señala certeramente que
las Hermanitas han dejado “una huella social imborrable”. Miles de ancianos han
podido gozar de sus atenciones y pasar sus últimos días en este mundo
encontrando el consuelo y la esperanza, si así lo han estimado, en la fe y
atendidos, en cualquier caso, con cariño, que es un cuidado paliativo del ánimo
sobre el que nuestra sociedad no siempre habla lo debido y que, me temo, con
los códigos de valores imperantes cada vez se echará más en falta.
El asilo de Las Banderas quedará en manos privadas, que
seguirán con la gestión del establecimiento, pero con la marcha de las
Hermanitas de los Pobres nuestra ciudad pierde: las localidades no se miden
sólo por su número de residentes, término municipal, dotaciones infraestructurales,
características climáticas o estadísticas financieras de todo tipo, con ser
datos muy importantes, sino también por la magnitud del corazón de quienes las
habitan y El Puerto de Santa María se va a quedar sin unas vecinas excelsas que
merecen el más sonoro de nuestros aplausos y la más sentida de nuestras
gratitudes.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
14 de Enero de 2018