domingo, 19 de febrero de 2012

UN PGOU VITAL

Escribí hace tiempo que la vida es lo que nos pasa mientras esperamos la aprobación del PGOU: hay, pues, que alegrarse de que el documento ya tenga la luz verde de la COTUA, el último acrónimo generado por la administración urbanística, a veces más fértil en lo gramatical que en los andamios. Los números del documento parecen los últimos guarismos alegres que hemos visto en varios años, números para la ilusión de quienes podrán encontrar trabajo y también de quienes conseguirán adquirir una vivienda de protección oficial (esto es, una casa a un precio medianamente razonable) porque se habrá cumplido la premisa de que una decisión política ya ha permitido hacerla.

Sorprende que de una serie de manchurrones granates, grises o verdes desplegados sobre un mapa con más patas que una araña, y en cuya redacción los técnicos y sus ordenadores emplearon más tiempo que el manco Cervantes en escribir el Quijote con una pluma, se desprenda una inversión de 812 millones de euros.

Confiemos en que, además de servir a los señores del ladrillo, a los especuladores del cristal tintado, a los que ni siquiera saben cuánto dinero tienen, el movimiento económico que se genere permita también que el Ayuntamiento disponga de liquidez para abonar servicios públicos esenciales y no corramos el peligro, por ejemplo, de que las personas impedidas, las que no pueden manifestarse en la Plaza del Polvorista, queden abandonadas a su suerte, sin una atención indispensable que constituye un derecho humano básico.

Nuestra sociedad necesita PGOUS anímicos y también PGOUS sociales, para que no sean los mismos los que ganan y los mismos los que pierden. Somos el tiempo (y los PGOUS) que nos quedan. Después de doce años de tramitaciones interminables, de variaciones sobre la marcha, de exposiciones que nadie entendía y que murieron en la virtualidad de los planos, después de comprobar cómo la ciudad acumula ya 12.000 parados, en un marco global en el que nada parece ser lo que era y nadie sabe qué carajo acabará siendo, tenemos un Plan General de Ordenación Urbana y, a tenor de lo que se oye, resta siquiera el derecho a la esperanza.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

19 de Febrero de 2012

domingo, 5 de febrero de 2012

BRINDIS MATINAL

Como quiera que no me apetece ser políticamente correcto en esta columna, proclamaré con tanta simpleza como determinación: yo prefiero que los plenos sean por la mañana.

Y no me erigiré en portavoz de nadie pero, por lo que deduzco, creo coincidir con la práctica totalidad (lo de práctica es por despistar un poco) de la prensa local.

Yo sé que los periodistas carecemos de derecho a quejarnos, que, en nuestra condición de santones civiles, debemos limitarnos a informar sobre todo tipo de problemáticas, sin referir jamás las nuestras, a atender puntualmente las manifestaciones de quienes en su vida se manifestarán por nosotros, los comunicados de quienes nunca redactarán uno por nuestra suerte, pero, qué quieren que les diga, a mí eso de volverme a mi casa a las doce de la noche, cuando hasta los gatos se refugian en el sueño, para escuchar lo mismo que podría haber escuchado a las plácidas doce del mediodía y encima tener que contarlo con mayor retraso acumulado, se me antoja poco operativo, a la par que generador de turbias inquietudes existenciales.

Nada más inconveniente para las libertades que esa imagen de los ediles rebulléndose, mentalmente agotados, en intervenciones exentas ya de ingenio, mientras se atiende más a los relojes nocturnos que a la disquisición argumental.

Admito la teoría de que el horario vespertino resulta más favorecedor de la participación ciudadana que el matinal, pero discrepo en la cuantificación: creo que la acrecienta sólo en algo, una parte más pequeña de lo que cabría suponer, y sostengo, desde luego, que el turno de la mañana no impide asistir a una sesión plenaria a quien tenga interés en hacerlo.

La virginidad de la democracia plena no requiere de la vespertinización plenaria. Respetando siempre a quienes defienden la celebración por las tardes, y sin ánimo de ofender, creo que el horario de las sesiones no es el culpable de que el 46% de los portuenses prefiriera quedarse sin votar en los pasados comicios municipales, hecho verdaderamente preocupante y sobre el que se habla menos de lo debido en una ciudad que acostumbra a desenfocar el origen de los problemas.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

5 de Febrero de 2012