UN PGOU VITAL
Escribí hace tiempo que la vida es lo que nos pasa mientras esperamos la aprobación del PGOU: hay, pues, que alegrarse de que el documento ya tenga la luz verde de la COTUA, el último acrónimo generado por la administración urbanística, a veces más fértil en lo gramatical que en los andamios. Los números del documento parecen los últimos guarismos alegres que hemos visto en varios años, números para la ilusión de quienes podrán encontrar trabajo y también de quienes conseguirán adquirir una vivienda de protección oficial (esto es, una casa a un precio medianamente razonable) porque se habrá cumplido la premisa de que una decisión política ya ha permitido hacerla.
Sorprende que de una serie de manchurrones granates, grises o verdes desplegados sobre un mapa con más patas que una araña, y en cuya redacción los técnicos y sus ordenadores emplearon más tiempo que el manco Cervantes en escribir el Quijote con una pluma, se desprenda una inversión de 812 millones de euros.
Confiemos en que, además de servir a los señores del ladrillo, a los especuladores del cristal tintado, a los que ni siquiera saben cuánto dinero tienen, el movimiento económico que se genere permita también que el Ayuntamiento disponga de liquidez para abonar servicios públicos esenciales y no corramos el peligro, por ejemplo, de que las personas impedidas, las que no pueden manifestarse en la Plaza del Polvorista, queden abandonadas a su suerte, sin una atención indispensable que constituye un derecho humano básico.
Nuestra sociedad necesita PGOUS anímicos y también PGOUS sociales, para que no sean los mismos los que ganan y los mismos los que pierden. Somos el tiempo (y los PGOUS) que nos quedan. Después de doce años de tramitaciones interminables, de variaciones sobre la marcha, de exposiciones que nadie entendía y que murieron en la virtualidad de los planos, después de comprobar cómo la ciudad acumula ya 12.000 parados, en un marco global en el que nada parece ser lo que era y nadie sabe qué carajo acabará siendo, tenemos un Plan General de Ordenación Urbana y, a tenor de lo que se oye, resta siquiera el derecho a la esperanza.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
19 de Febrero de 2012
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