domingo, 26 de marzo de 2017

EL PAPEL SOBRE EL TIEMPO


Hay negocios que trascienden su simple función comercial y acaban formando parte del paisaje, implicándose en la escenografía de la ciudad con una raigambre que les hace naturales en ella. Papelera Portuense abrió en 1874, un año muy convulso en la historia de nuestro país, que comenzó con un golpe de Estado del general Pavía poniendo fin a una república federal para dar paso a una unitaria bajo la dictadura del general Serrano, y finalizó con el pronunciamiento de Martínez Campos, concluyendo la Primera República e iniciándose la restauración de la monarquía borbónica. Entonces España y El Puerto de Santa María tenían muchos más problemas y sobresaltos de los que ahora padecen, aunque a bote pronto nos invadan el pensamiento las dificultades presentes.

A lo largo de cuatro generaciones, de 143 años, Papelera Portuense ha ido cambiando de ubicación, siempre en la calle Palacios, hasta erigirse en su resistencia (el papel esconde, bajo su aparente fragilidad, un don especial para sobreponerse al tiempo) como el establecimiento más veterano de la provincia en su género. Su actual propietario, Manolo Muñoz, se jubila el próximo mes y tiene la intención de vender el local. Tras más de cuatro décadas de trabajo con él se irá también una parte de la historia de los comerciantes locales (lo que ahora se llama emprendedores, probablemente porque el éxito, que en esta crisis reside en la simple permanencia, sea un objetivo más difícil de lograr que antaño).

Guardaré siempre una memoria muy especial de Papelera Portuense, pues allí tuve la emoción, por primera vez, de contemplar un libro mío en un escaparate, una imagen que quien escribe nunca olvida. Fue “Meditación de tu nombre” el poemario que, hace ya casi diez años, se ofrecía a los ojos de los viandantes y, desde luego, a los míos.

Ahora hay un rótulo que reza, con asepsia financiera, “Liquidación total”, pero convencido estoy de que total no será. Quedarán los recuerdos como banderas, o como páginas, ondeando en el tránsito de los días. Porque tanta historia, tanto esfuerzo, tantas impresiones despertadas, se han ganado el derecho a no desaparecer.


Francisco Lambea
Diario de Cádiz
26 de Marzo de 2017

domingo, 12 de marzo de 2017

EL CASTIGO DE HEREDAR


El PP ha anunciado su intención de elevar al pleno ordinario una moción en la que pedirá el apoyo del equipo de gobierno a su petición de que la Junta de Andalucía elimine prácticamente el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, uno de los más altos de España. Los populares, que señalan haber recogido 15.000 firmas de portuenses que desean la supresión de este tributo, dan un paso más en su campaña contra el disparate que supone dicho arbitrio, un sinsentido que concluye a veces en uno de los hechos más lamentables que puedan derivar de la actuación de cualquier organismo público: que una persona se vea obligada a renunciar al patrimonio que le dejan sus seres queridos por su incapacidad de afrontar el peaje pergeñado desde la propia Administración.

Quienes tienen la encomienda de defender este gravamen gustan de referirse a los que han de abonarlo como “grandes fortunas”, pero el más elemental sentido común evita situar en ese status a quienes exponen estos días su caso en los medios de comunicación: más bien encontramos a afectados de clase media, cuyos padres han desarrollado un gran esfuerzo laboral, que se topan con una coyuntura rayana en lo confiscatorio, inocentes castigados por un gobierno que sobrevalora sus bienes y les obliga a malvenderlos para afrontar tasas abusivas so pena de no quedarse con migaja alguna de lo que otros, tan amorosa y confiadamente, les entregaron. Una indefensión escandalosa y discriminatoria respecto a la situación de otros legatarios en muchas regiones del país.

Con el Impuesto de Sucesiones y Donaciones la Junta muestra una alevosa voracidad fiscal, agazapada en la constancia de que toda persona ha de morir y de que, probablemente, cederá bienes a los suyos, por lo que la entidad autonómica queda a la espera de aplicar su macabra guillotina recaudatoria. Bien haría en cambiar de criterio. Al cabo, quienes hereden acabarán con el tiempo pagando mayores impuestos al disponer de mayores recursos, merced a otras figuras y como resulta justo y lógico, pero dispondrán de plazos más bonancibles, relacionados con un concepto tan importante como el de la liquidez, y nadie les expropiará lo que les pertenece.


Francisco Lambea
Diario de Cádiz
12 de Marzo de 2017