jueves, 27 de junio de 2013

BODAS DE PLATA CON LA REALIDAD

Teniendo en cuenta que el periodismo es una cita diaria con la realidad, veinticinco años, esto es, más de nueve mil días, constituye un periodo suficientemente dilatado como para mostrarse indemne a las huellas. La ciudad no es la misma que en 1988, cuando su potencial demográfico resultaba muy inferior, y también la edificabilidad de su término municipal, ni la forma de ver las cosas de sus residentes (aunque algunas carencias, como la falta de orgullo local, permanezcan), ni tampoco es la misma la delegación del Diario, tanto en lo humano, donde muchos han desprendido mucho esfuerzo, como en lo tecnológico, un capítulo en el que la aparición de internet ha supuesto una revolución que nadie presagiaba entonces.

Hay que desear que “la delegación”, ese término que, bajo su apariencia administrativa, engloba el vigoroso latido consustancial a la actividad periodística, se mantenga, resistiendo a una crisis que se ha ensañado especialmente con los medios de comunicación, y hay que solicitar a eso que pomposamente viene en llamarse “sociedad civil”, y que no deja de ser la gente que anda por la calle, que contribuya a que dicha pervivencia se produzca. Porque las ciudades no son solo sus habitantes, con su correspondiente conglomerado de infraestructuras, diseñadas con mejor o peor tino: las ciudades son también sus periódicos, el empeño de unas personas en realizar algo, en apariencia tan sencillo, pero quizá tan complejo, como contar lo que ocurre (uno siempre piensa que el periodista acaba siendo un historiador con prisas y algo sobrepasado, un espíritu vocacional que, tras bastantes horas de oficio, retorna a su casa con el turbador presagio de que alguna noticia le ha sido esquiva, de que la cotidianeidad ha obviado su celo).


La delegación portuense de “Diario de Cádiz” cumple 25 años de vida y, a la par, El Puerto de Santa María cumple también 25 años de una forma distinta de mirarse al espejo cada día, de reconocerse en el cristal, transparente y abierto, de una página de periódico, ese espacio que aprisiona, en sus cinco columnas, la dimensión del tiempo.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz (Suplemento XXV Aniversario Delegación El Puerto)
27 de Junio de 2013

domingo, 23 de junio de 2013

A LA ESPERA DE LOS NÚMEROS

Las últimas rumorologías sitúan en julio el momento en que el equipo de gobierno tendrá a bien someter a aprobación (esto es, aprobar con sus votos) los presupuestos municipales del año en curso, en un momento en el que el mismo habrá entrado ya en su segunda mitad. 

A fuerza de costumbre en el retraso, pudiera asumirse la demora con esa naturalidad con la que, a ciertas alturas de la vida, y más en esta España destrozada, se asumen tantas cosas, pero lo cierto es que si uno se detiene a pensar, siquiera fugazmente, descubre que el hecho reviste más gravedad de la que parece y no muestra justificación convincente. 

¿Por qué tanta dilación para culminar unos presupuestos cuando el ejecutivo local goza de mayoría absoluta y el socio minoritario, el Partido Andalucista, crece en sumisión conforme avanza el mandato, entregado a una perjudicial estrategia, para sus propios intereses, de aceptar semiprivatizaciones y pagos por doquier? Hasta la edil de Hacienda, la popular Leocadia Benavente, admite en respuestas plenarias a la oposición que lo correcto es que el documento se hubiese finiquitado, limitándose a reiterar, con ensolerada y administrativa frialdad, la expresión "estamos trabajando", ante cuya hondura de significado uno siempre queda confuso. 

Los presupuestos municipales se alzan como una de las labores más importantes que debe acometer todo gobierno, pues, mientras no ven la luz, no lo hacen tampoco multitud de inversiones. Aunque muchas de las partidas se van desarrollando por propia inercia, como sucede con la de personal, que absorbe una parte destacada de los aproximadamente 108 millones de euros que comandarán el texto, el retardo en el visto bueno de los guarismos supone un error de gestión del equipo de gobierno, abstraído en esa práctica de quien no se apercibe de la gravedad de un vicio por incurrir en él con frecuencia, hasta el punto de entender como irrelevante lo que es grave anomalía. 

La seriedad de cualquier ejecutivo, en cualquier nivel de la administración, comienza por la presentación de sus números en tiempo y forma.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
23 de Junio de 2013

domingo, 16 de junio de 2013

CRÍTICA DE "LAS IDENTIDADES"


Tras un silencio poético de cinco años, Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) vuelve a dejarnos su verso, y lo hace con un libro (“Las identidades”, Visor) que no defraudará al lector más exigente.

Benítez ahonda en las paradojas de la existencia mediante brillantes juegos de palabras e ideas, sobre todo en la primera parte del volumen (“Los protocolos inversos”), la de comprensión y lectura más difícil por cuanto reviste de ontológico y metafísico.

A lo largo de la obra, el poeta se examina a sí mismo, escudriña el entorno, preguntándose tras la observación de escenarios tan diversos como el de la playa de Rota en 2003, cuando decenas de subsaharianos perecieron ahogados, un paseo literario por Lisboa, una navegación por el Báltico o una visita reflexiva al Palacio de Invierno, en San Petersburgo.

Todo anda, como refleja la tercera sección, “Entre sombras y bosquejos”, nada es lo que parece y, lo que es peor, saberlo resulta imposible. Poco puede ayudarnos la reflexión cuando “algunas palabras dicen lo que dicen y también lo contrario”, cuando lamentamos que “jamás desvelan del todo su secreto”. De ahí que del tiempo solo quede “el eco anómalo/de unos pasos en fuga”, de ahí que todo vaya “por el aire”, que la necesidad de la permanencia se encuentre con “el espejismo” y lo único que hagamos sea seguir huyendo.

Si de huir se trata hacia el poema, Felipe Benítez es travesía segura. “Las identidades” nos revela el DNI de un escritor en estado puro.


Francisco Lambea Bornay
El Boletín
Junio de 2013

domingo, 9 de junio de 2013

AGONÍA EN SILENCIO

LA lenta y callada agonía en la que anda sumido el Racing Portuense metaforiza el modo en que tantas cosas van muriendo en una ciudad cuyo ADN se compone de nucleótidos inundados, en buena parte, por la apatía. 

Apenas unos segundos de aplausos respondieron a un "¡viva el racinguismo!" pronunciado en la asamblea ordinaria del pasado mes por uno de los apenas 40 socios asistentes a una reunión que, salvo una sorpresa mayúscula que ya ni los más ingenuos e ilusionados esperan, suponía la defunción en la práctica de un club octogenario. 

Resulta paradójico que una persona aparezca ante la opinión pública como la responsable de la desaparición de una entidad que le adeuda casi millón y medio de euros: tan rocambolesca coyuntura es la que le acontece al empresario Manuel Lores, protagonista en el imaginario colectivo de los mejores momentos del Portuense (campeonato de Tercera, ascenso a Segunda B, eliminatoria por el sueño de la división de plata contra el Rayo Vallecano tras desplegar un balompié de altísima escuela que se tardará mucho en volver a disfrutar, duelo copero frente al Valencia) y de los peores (cuatro campañas marcadas por lo que, tras su marcha, se convirtió en débito impagable y mortífero lastre). 

Justo es desearle lo mejor a quienes han defendido los colores rojiblancos desde los distintos ámbitos en que ello es posible, abstrayéndose como podían de esa losa monetaria siempre acechante, sin reducir un ápice su esfuerzo. Emerge ahora la figura del Recreativo Portuense, recién ascendido a Regional Preferente, un escudo basado en la cantera a cuyo afecto también están invitados aquellos que muestran más pasión por clubes de fútbol de localidades vecinas que por el que se asienta en el enclave donde también ellos viven (casualidades que tiene el destino). 

Toca hablar estos días del Racing Portuense, para que, al menos, su óbito no tenga lugar rodeado de un silencio producido por la inexistencia de cortejo, adornado por esa indiferencia que asola, tan discreta como eficazmente, El Puerto de Santa María, una ciudad ensimismada en sus olvidos.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
9 de Junio de 2013