domingo, 22 de noviembre de 2015

NEGATIVIDAD FATALISTA


El profesor de Psicología de la Universidad de Sevilla Vicente Manzano ha mostrado su sorpresa por el pesimismo que los portuenses traslucen cuando se les pregunta sobre el estado de la ciudad y sus posibles soluciones. Así lo atestigua un sondeo efectuado a 350 paisanos, fruto de un convenio entre el Centro Comercial Abierto y dicha Universidad.

Manzano admite que la conclusión más llamativa que se deriva del estudio “es que en El Puerto hay un nivel de negatividad fatalista muy elevado”, que no ha visto en otros lugares ni conoce en otros trabajos de campo, “una actitud de sentir que todo está muy mal y que, además, carece de  remedio”. El buen hombre no anda espantado por completo debido a que  desde hace algún tiempo reside entre nosotros, lo cual, como vacuna para adentrarse en la citada vereda, se torna muy conveniente.

Lo que yo ignoraba es que este sentimiento de melancolía a veces ácida, de tristeza crepuscular extendida a toda la jornada, se enmarca en la tipología académica de “negatividad fatalista”. Podría ser peor, pues los practicantes más arduos me parece a mí que se integran de lleno y por derecho en la “desesperación existencialista”.

Los alumnos de último curso de carrera que efectuaron el escrutinio se han encontrado con que, tras solicitar tres frases en torno al enclave, una que aparecía como especie de resorte mecánico es “El Puerto está muerto”, sentencia con la derivación light “En El Puerto no hay ná”, que se producían con una reiteración tal que ríete tú de los reflejos condicionados de Pávlov.

Eso sí, el profesor Manzano advierte la existencia de factores positivos para intentar revertir tan angustiosa opinión, como el hecho de que los examinados suelen sentirse a gusto en la zona urbana donde residen o en la irrupción de entidades como Puerto Vivo o plataformas culturales que plantean iniciativas en su sector.

Los autores de la estadística y las personas interesadas en conocerla y formar mesas de trabajo para derribarla han de reunirse a las cinco de la tarde del próximo jueves en el Centro Cívico “Augusto Tolón”. Si el profesor Manzano consigue cambiar el referido clima mental habrá que nombrarle Hijo Adoptivo por unanimidad.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
22 de Noviembre de 2015


domingo, 8 de noviembre de 2015

ORDENANZA MORTAL


Siempre me ha llamado la atención la frialdad con la que los ayuntamientos acostumbrar a tratar la tasa del cementerio, la auténtica damnificada de todo Plan de Ajuste que se precie, como si los nichos fuesen los llamados a permitir la sostenibilidad de estos austeros documentos contables.

El pleno aprobó el jueves una subida del 10% en este capítulo, carestía  que se suma a otras similares aplicadas en tiempos anteriores. Nada más lejos de mi intención que hacer bromas fáciles sobre aspecto tan delicado; como norma general si alguien merece más respeto que un vivo es un muerto. Precisamente por eso quiero expresar aquí mis respetuosas consideraciones, en un ámbito que no acostumbra a ser materia columnística. ¿Por qué se castiga a la tasa de cementerio con una subida que trasladada a otros epígrafes (agua, IBI, vehículos) provocaría nutridas y ruidosas manifestaciones en la Plaza Peral, acaso con la posibilidad de derrocar un gobierno en la siguiente cita con las urnas? ¿Cuál es la razón de que no se produzcan llamamientos a la protesta ante un incremento que acabará afectando a buena parte de la ciudadanía? ¿A nadie de los que discurren sobre las dificultades que atraviesan los portuenses para abonar otros conceptos se le ocurre pensar en las que acaso sufran los familiares del difunto para algo que no supone capricho alguno, sino un derecho fundamental? 

La tasa de cementerio se rodea de peculiaridades singulares en el más directo beneficiario y en quienes la asumen. Por razón obvia el primero no puede quejarse mientras que los segundos no se encuentran ni en la coyuntura ni en la situación anímica adecuada para expresar reproche alguno a un gravamen cada año más oneroso. También ocurre que los contribuyentes tienden a evitar la reflexión sobre algo que desean ver muy lejano, comprensible estrategia sicológica que, de manera involuntaria, termina por ayudar a la impunidad ante la opinión pública a esos consistorios que alzan el precio de estos servicios en unos porcentajes que, sencillamente, nunca se atreverían a aplicar a otras materias.

Toca exigirles a nuestros políticos que no sean tan vivos.   

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
8 de Noviembre de 2015