domingo, 30 de agosto de 2015

INTRAHISTORIA COMERCIAL


Si todo sigue el destino anunciado por la propia empresa, Perfumerías Big Ben pondrá fin mañana a casi cuatro décadas de historia. Vayan por delante mi tristeza por el hecho y mis mejores deseos para quienes forman parte de esta entidad, tantos años emblema en su sector, de la que fui cliente en más de una ocasión.

Big Ben se integra en el pasado como consecuencia de una crisis económica general que afecta sobremanera a epígrafes como el suyo, una crisis agudizada por lastres oriundos como el despoblamiento del centro urbano (algo que todos admiten pero nadie remedia) o la falta de aparcamientos gratuitos (llegará el día en que alguien se pregunte por qué la administración se abre generosa al altruismo en cualquier ámbito excepto en el de estacionamientos para vehículos).

Negocios como el citado, debido a su simbolismo, proyectan con su clausura un magma especial de incertidumbre y desazón sobre el sector, que agrava los juicios negativos en los consumidores y el desánimo en quienes se enfrentan a lo que hoy es un reto hercúleo: mantener una firma en un marco legislativo más inquieto por otros asuntos.

Los miles y miles de pequeños empresarios que se ven obligados a integrarse en las listas del desempleo, poniendo en ocasiones un tan indeseado como injusto broche a una larga vida de trabajo, a la aportación comunitaria que supone la carga fiscal liquidada innumerables ejercicios, son víctimas de este hondo y dilatado socavón financiero, aunque el dolor de su grito resulte más silencioso por su dispersión geográfica, su falta de costumbre organizativa o un sentido del civismo que les impide considerarse parados con mayores derechos que otros y exigir ocupación a los ayuntamientos, la Junta o el Estado central a base de destruir el mobiliario urbano o alterar las normas básicas de convivencia.


Con la muerte de los comercios perdemos algo de nosotros. Cuando sus escaparates se esfuman del entramado viario hay una parte de nuestra memoria, de la memoria menos íntima pero no por ello menos nuestra, que se va, porque sus estampas contribuyen a forjar el paisaje cotidiano, los escenarios por los que caminamos o en los que se detiene el capricho de la mirada.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
30 de Agosto de 2015

domingo, 16 de agosto de 2015

AL BORDE DE LOS NÚMEROS


El equipo de gobierno ha reconocido su desasogiego ante la posibilidad de que el Ministerio de Economía y Hacienda retenga la Participación que corresponde al Consistorio en los Ingresos del Estado, PIE, como castigo por el incumplimiento de plazos en que incurre a la hora de abonar las facturas a sus proveedores: según detalla el alcalde, David de la Encina, la ley al efecto (puesta en marcha, con buen criterio, en 2010), estipula el periodo de abono en 30 días, siendo la media local paganinesca de 127.

Lo cierto es que si uno echa la vista atrás comprueba que la situación presente es mucho mejor que la pretérita, cuando cobrarle una factura a  cualquier entidad pública condenaba a unas esperas similares a las de la sentencia a un recurso de inconstitucionalidad, de modo que el simple hecho de operar con la Administración suponía para el empresario una especia de ruleta rusa financiera, lindante con la temeridad o incluso el altruismo, en la que el privado debía esgrimir músculo monetario.

En rueda de prensa genérica sobre el contexto pecuniario el ejecutivo ha indicado que el débito con las contratas sigue siendo alto: como es habitual, la concesionaria de limpiezas, FCC, se alza como la que mayores cantidades reclama, unos 11 millones de euros, demostrando que para el Ayuntamiento resulta literalmente imposible presentarle a este acrónimo no ya cierto equilibrio financiero, sino un déficit políticamente correcto (si uno apresta la calculadora observa que la rémora con FCC supone un 10% del presupuesto municipal anual).

Parece ser que los números rojos totales rondan los 180 millones de euros, en torno a 30.000 millones de las antiguas pesetas (en la moneda antigua se antoja una cantidad mayor y como más obligada de abono). Nos referimos a la última cifra expuesta, pues los guarismos ofrecidos sobre este concepto varían con independencia de lo que dicten los epígrafes de ingresos y gastos (la economía, como el arte, también admite sus interpretaciones).


Al menos existe la intención de que los próximos presupuestos estén aprobados antes del inicio del año al que se destinan, algo de todo punto lógico: el calendario moresquiano se empecinaba en ubicarlos a posteriori, entrados julio o agosto, como si en lugar de empezar el año con las uvas principiara a la par que el fiscal.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
16 de Agosto de 2015