domingo, 27 de septiembre de 2015

JORNADA DE REFLEXIÓN


Uno coincide con la sensación, ampliamente extendida, de que El Puerto de Santa María posee un atractivo que no llega a explotarse por completo. Hoy, Día Mundial del Turismo, podría reflexionarse sobre dos aspectos, entre otros: el hecho de que, con quince kilómetros de costa y más de 3.200 horas de sol anuales, sólo haya un hotel a pie de playa (el Puertobahía, en Valdelagrana), lo que probablemente nos conceda el récord nacional a la menor densidad hotelera en primera línea, y la circunstancia de que numerosos edificios históricos y artísticos (Basílica, Fundación Alberti, Palacio de Purullena, Monasterio de la Victoria…) se encuentren, según los casos, con problemas inherentes a la edad, con las puertas cerradas en las pituitarias del viajero, o con ambos factores a la vez.

Turísticamente, El Puerto es una ciudad en la trastienda, que oculta sus encantos. Los últimos años han deparado cierto exceso de confianza, una sobrevaloración que invitaba a pensar que los visitantes llegarían de manera inercial, sometidos a nuestros méritos meteorológicos y a nuestra idiosincrasia sin igual, cuando lo obvio es que todo hay que ganarlo día a día y que otros enclaves se esfuerzan en logros como mantener en perfecto estado de revista el mobiliario urbano, desplegar precios razonables en su hostelería y programar conciertos musicales que arrastran miles de seguidores y que aquí, nadie sabe por qué, dejaron de organizarse.

Obtener ese potencial poniendo en valor tanto como está pendiente de asomar a la luz es el verdadero objetivo, el auténtico eje central, que han de plantearse el sector público y el privado y no perderse en debates convenientes pero más secundarios como el del logotipo, tan del gusto del frentismo hispánico.

El Día Mundial del Turismo que se conmemora hoy, que el Ayuntamiento celebró ayer con la exquisita sensibilidad de dedicarlo al turismo accesible,  debiera ser una jornada de reflexión para que los portuenses se planteen, incluso desde la óptica individual, qué pueden hacer ellos por esta actividad, económica, desde luego, pero también social, revestida de un innegable componente humano.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
27 de Septiembre de 2015





domingo, 13 de septiembre de 2015

OPORTUNIDAD DEL GRIS


El pasado lunes, mientras observaba el ataúd de José María Ruiz-Mateos saliendo del Hospital Santa María de El Puerto, transportado por dos trabajadores de la funeraria hasta el vehículo que lo llevaría al asilo de las Hermanitas de los Pobres, bajo la expectación de las cámaras y la curiosidad de algunos transeúntes, me asaltaron varias sensaciones, algunas incluso contradictorias. La primera respondía a la expresión clásica: “La muerte todo lo iguala”. Quien llegara a ser el hombre más rico de España, el financiero que comandase empresas cuyos números  rondaban el 2% del PIB, era ya un cuerpo sin vida.

Luego pensé que este es un país dado a los juicios grandilocuentes, extremos, poco proclive a valorar el gris de los matices. Ruiz-Mateos fue emborronando su trayectoria progresivamente y cometió ilegalidades, pero las crónicas no inciden en aspectos como la sentencia del Tribunal Constitucional que en 1983 declaraba legal la expropiación del holding… por el voto de calidad del presidente, que rompía el empate (seis magistrados, la mitad del pleno, consideraron la actuación no ajustada a derecho, lo cual se antoja inquietante para una operación de tal calado y conduce a plantearse preguntas sobre la equidad de una medida tan radical). Tampoco se ha hablado mucho de la gestión del proceso reprivatizador, en mi opinión uno de los aspectos más polémicos, y en algún caso directamente escandaloso, de los gobiernos de Felipe González.

Se observa en los medios a quienes, con toda razón, se quejan del balance  de Nueva Rumasa, esa iniciativa que sobró en el currículum del empresario roteño y que ha llevado a numerosos accionistas individuales a perder dinero, pero apenas aparecen las personas que, siquiera por trabajar con él en sus mejores momentos, los iniciales de su trayectoria, gozaron de una provechosa experiencia y escasean las citas a su labor altruista.

Ruiz-Mateos era un personaje hiperbólico. Bajo esa característica protagonizó cosas muy buenas y otras muy negativas. Toca recordar que el gris es un color con frecuencia imprescindible, más revelador que las tentaciones reduccionistas del blanco o el negro.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
13 de Septiembre de 2015