OPORTUNIDAD DEL GRIS
El pasado lunes, mientras observaba el ataúd de José María
Ruiz-Mateos saliendo del Hospital Santa María de El Puerto, transportado por
dos trabajadores de la funeraria hasta el vehículo que lo llevaría al asilo de
las Hermanitas de los Pobres, bajo la expectación de las cámaras y la
curiosidad de algunos transeúntes, me asaltaron varias sensaciones, algunas incluso
contradictorias. La primera respondía a la expresión clásica: “La muerte todo
lo iguala”. Quien llegara a ser el hombre más rico de España, el financiero que
comandase empresas cuyos números rondaban
el 2% del PIB, era ya un cuerpo sin vida.
Luego pensé que este es un país dado a los juicios
grandilocuentes, extremos, poco proclive a valorar el gris de los matices.
Ruiz-Mateos fue emborronando su trayectoria progresivamente y cometió
ilegalidades, pero las crónicas no inciden en aspectos como la sentencia del
Tribunal Constitucional que en 1983 declaraba legal la expropiación del holding…
por el voto de calidad del presidente, que rompía el empate (seis magistrados,
la mitad del pleno, consideraron la actuación no ajustada a derecho, lo cual se
antoja inquietante para una operación de tal calado y conduce a plantearse
preguntas sobre la equidad de una medida tan radical). Tampoco se ha hablado mucho
de la gestión del proceso reprivatizador, en mi opinión uno de los aspectos más
polémicos, y en algún caso directamente escandaloso, de los gobiernos de Felipe
González.
Se observa en los medios a quienes, con toda razón, se quejan
del balance de Nueva Rumasa, esa
iniciativa que sobró en el currículum del empresario roteño y que ha llevado a
numerosos accionistas individuales a perder dinero, pero apenas aparecen las
personas que, siquiera por trabajar con él en sus mejores momentos, los
iniciales de su trayectoria, gozaron de una provechosa experiencia y escasean
las citas a su labor altruista.
Ruiz-Mateos era un personaje hiperbólico. Bajo esa característica
protagonizó cosas muy buenas y otras muy negativas. Toca recordar que el gris
es un color con frecuencia imprescindible, más revelador que las tentaciones
reduccionistas del blanco o el negro.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
13 de Septiembre de 2015
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