domingo, 23 de octubre de 2016

ORDENANZAS MAYORES


El pleno sobre las ordenanzas fiscales del ejercicio siguiente constituye uno de los clásicos del último tramo del año. Ya nos hemos ido habituando a esas subidas de tasas en el Mercado de Abastos y el Cementerio, alza derivada de los condicionamientos del Plan de Ajuste (la del camposanto no es cuestión menor, pues, aunque pase desapercibida en un principio, acaba siendo más universal que la del IBI o la del agua; dice Woody Allen que se es inmortal mientras no se demuestre lo contrario, pero la realidad asoma tozuda).

Como todo deviene en jerarquía geográfica, el Consistorio ha de presentar sus presupuestos al Ministerio de Hacienda, que es nuestra Bruselas particular, y necesita cumplir con el referido Plan, so pena de no obtener la luz verde definitiva para los números (la verde inicial también tendrá lo suyo, si es que no llegan a prorrogarse, sin más). El Plan de Ajuste se hace tan taxativo y se prolonga tan sañudamente en el tiempo (hasta 2032, cual maldición bíblica, vaya usted a saber cómo será el sistema de pensiones  para entonces) que acaba por resultar una forma oriunda de saludar el calendario, un añadido autóctono al Concierto de Año Nuevo y a esos saltos de esquí cuya audacia admiramos desde la sima del sofá, estupefactos ante el contraste que suponen esos perfiles en el cielo con nuestra modorra cogorciera.

Este año la situación incorpora una novedad: la posible subida del recibo del agua después de que el Consorcio de la Zona Gaditana aumentara el precio un 15%. La repercusión en el bolsillo doméstico no resulta obligada, pero la conformación del accionariado de Apemsa (una empresa mixta, con un 49% en manos de Aqualia) complica las cosas: de todos es sabido la indiferencia del ámbito privado por la corrección política, algo que sólo preocupa a quienes, tarde o temprano, se enfrentan a una urna.


El contexto permitirá ver cómo se mueve el bipartito en una situación que no deja de ser minoritaria en el salón de plenos, aunque en el tránsito cotidiano de los días no siempre se repare en dicha circunstancia: nada como hablar de dinero para comprobar si un ejecutivo goza o no de mayoría absoluta.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
23 de Octubre de 2016

domingo, 9 de octubre de 2016

EL PARKING Y EL NO PARKING


Después de un largo tiempo de dudas al final se ha resuelto el gran dilema. Lo que queda del equipo de gobierno, si tenemos en cuenta que la concesión de la licencia para la construcción del parking de Pozos Dulces ya supuso la expulsión de Levantemos del entonces tripartito, ha optado por llevar a cabo el citado equipamiento, en una de las entradas estratégicas de la ciudad, y rehusar la ejecución del que se ubicaría en el entorno de la Plaza de Toros, el que el alcalde, David de la Encina, acostumbra a definir, con toda razón, como el más antisocial.

Teóricamente es defendible un parking en dicho enclave, pero que su puesta en marcha suponga la imposibilidad de estacionar en superficie (si tantas plazas hacen falta por qué se elimina un considerable número), el cierre de Bajamar 1 y 2 y el pago por dejar el vehículo en la avenida del Ejército y calles aledañas mediante un tintado azul, verde o similar, que para obligar a aflojarse el bolsillo la gama cromática resulta infinita, se me antojan condicionantes excesivos, máxime en la época en que nos encontramos, aún en la crisis o en lo que nos tocará, que no sabe uno muy bien qué pensar.

Lo de los parkings en El Puerto era, salvando las distancias, como lo del voto del PSOE en una hipotética investidura de Rajoy, uno de esos asuntos sobre los que los afectados, envueltos en particulares y endiablados contextos, preferirían no decidir nunca pero ante el que no queda más remedio que mojarse (en nuestra ciudad por los contratos firmados en su día, que en el caso de la Plaza Elías Ahuja derivarán en indemnización, y en el país por el reloj constitucional que, contrario a la canción de Los Panchos, se empeña en marcar las horas).

Todo lo relacionado con los parkings ha supuesto una tormenta política considerable y aún nos resta más debate, con cruces de acusaciones no melifluas. Como todo lo que aquí se construye, o queda en el planeamiento de los sueños, en ese PGOU que los portuenses delinean en su cabeza, pues cada nativo guarda un Fustegueras dentro, resulta objeto de interminables polémicas, pero, al menos, sabemos a qué atenernos.

Aparca, que algo queda.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
9 de Octubre de 2016