EL PARKING Y EL NO PARKING


Después de un largo tiempo de dudas al final se ha resuelto el gran dilema. Lo que queda del equipo de gobierno, si tenemos en cuenta que la concesión de la licencia para la construcción del parking de Pozos Dulces ya supuso la expulsión de Levantemos del entonces tripartito, ha optado por llevar a cabo el citado equipamiento, en una de las entradas estratégicas de la ciudad, y rehusar la ejecución del que se ubicaría en el entorno de la Plaza de Toros, el que el alcalde, David de la Encina, acostumbra a definir, con toda razón, como el más antisocial.

Teóricamente es defendible un parking en dicho enclave, pero que su puesta en marcha suponga la imposibilidad de estacionar en superficie (si tantas plazas hacen falta por qué se elimina un considerable número), el cierre de Bajamar 1 y 2 y el pago por dejar el vehículo en la avenida del Ejército y calles aledañas mediante un tintado azul, verde o similar, que para obligar a aflojarse el bolsillo la gama cromática resulta infinita, se me antojan condicionantes excesivos, máxime en la época en que nos encontramos, aún en la crisis o en lo que nos tocará, que no sabe uno muy bien qué pensar.

Lo de los parkings en El Puerto era, salvando las distancias, como lo del voto del PSOE en una hipotética investidura de Rajoy, uno de esos asuntos sobre los que los afectados, envueltos en particulares y endiablados contextos, preferirían no decidir nunca pero ante el que no queda más remedio que mojarse (en nuestra ciudad por los contratos firmados en su día, que en el caso de la Plaza Elías Ahuja derivarán en indemnización, y en el país por el reloj constitucional que, contrario a la canción de Los Panchos, se empeña en marcar las horas).

Todo lo relacionado con los parkings ha supuesto una tormenta política considerable y aún nos resta más debate, con cruces de acusaciones no melifluas. Como todo lo que aquí se construye, o queda en el planeamiento de los sueños, en ese PGOU que los portuenses delinean en su cabeza, pues cada nativo guarda un Fustegueras dentro, resulta objeto de interminables polémicas, pero, al menos, sabemos a qué atenernos.

Aparca, que algo queda.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
9 de Octubre de 2016


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