domingo, 28 de mayo de 2017

UNA FERIA ENTRE VECINOS



La dedicatoria de la Fiesta del Vino Fino a la ciudad de Jerez es una de las notas características de una edición que ha reducido a 73 el número de casetas

La época de crisis (por mucho que el PIB quiera inspirar lo contrario, seguimos en crisis, y más por estos alberos) ha reducido el kilometraje de las dedicatorias: lejanos los tiempos de Navarra o Santander recalamos en Jerez. Una práctica loable si se atiende al criterio que mi amigo poeta Mauricio Gil Cano acostumbra a entonar (“Vamos quedando menos y hay que quererse más”) y que ha aumentado la presencia de los caballos y del flamenco, que no es poca cosa. Por quedar menos ya hasta desciende el número de casetas (73, frente a la época en que la globalización no había hecho de las suyas y se rozaba la cifra mágica del centenar). Resta el consuelo del aumento de la densidad bajo las lonas y la consecuente facilidad para el apretamiento, que inspira cercanía.

La ofrenda nos ha dejado la imagen de la bandera jerezana ondeando frente al toro, espectáculos ecuestres y hasta a la alcaldesa, Mamen Sánchez, sacando a bailar al alcalde, David de la Encina, en el acto de inauguración de la calle (como se homenajea a Jerez, que gusta de grandilocuencias, nos hemos encontrado con una avenida en lo que antes calle era. Las placas, y el papel, lo aguantan todo). Sánchez se defendió mejor en el arte mientras que al primer edil portuense hay que agradecerle la voluntad, que también tiene su mérito y es lo que debe subrayarse cuando el duende anda esquivo. En fin, no hay forma de saber  de todo en una vida que lo mismo te pide sostener un gobierno en minoría que hacer arte con el contoneo del osario.

Subsisten los criterios distintos entre algunos periodistas y el equipo de gobierno sobre la oportunidad de retornar a las recepciones oficiales. Creemos algunos que estas citas no tienen por qué suponer coste a las arcas públicas y sirven para el estrechamiento de lazos, sin que su eliminación le solvente sus problemas a alguien. Desde el ejecutivo argumentan que es mejor dedicar ese que entienden gasto a otros conceptos y recuerdan la dureza de los tiempos. Quizá el remedio estribe en una solución intermedia, la tercera vía de siempre: una recepción a escote en la que las fuerzas vivas (políticos, empresarios, sociedad civil en general) y las resistentes a morir (periodistas) asomen en el reservado con viandas ya sufragadas, de modo que unos lleven de casa o de caseta el marisco, otros la tortillita, un tercer sector las frituras y un cuarto las bebidas.

Con independencia de dedicatorias y estadísticas varias, que algunas veces ocupan más a los periodistas que al banderero (dícese del que acude a Las Banderas), la Feria sigue siendo lo que debe ser fundamentalmente, un lugar de encuentro y ocio, en el que compartes tiempo con quienes, por unos motivos u otros, no acostumbras a compartirlo o aumentas el que ya dispones para los habituales (eso que se llama ahora “calidad de la relación”, que incluso en estas cosas se aplica el ISO 9004).


Siempre me ha llamado la atención esa costumbre de algunos portuenses de aprovechar los días de celebración de la Fiesta del Vino Fino para marcharse allende los límites provinciales o nacionales. Con las salvedades legales pertinentes y comprensibles excepcionalidades, a mí esto de utilizar los días de Feria para pirarse de El Puerto y no pisar Las Banderas me parece encerrar un puntito sosera y/o malajosillo, por mucho que nuestra Carta Magna, como corresponde, defienda la libertad de circulación. (Soy consciente de las críticas que me acarreará este párrafo, pero me apetece soltarlo. Cosas de la edad, que ya uno va callándose menos, no sea que se me caiga un ladrillo en la cabeza y queden asertos en el infausto silencio).

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
28 de Mayo de 2017

domingo, 21 de mayo de 2017

OBVIAR LA EXCELENCIA


Vivimos ahora tiempos difíciles para la lírica. Hemos vivido, siempre, tiempos difíciles para reconocer el mérito. El cocinero Ángel León admite haber pasado estos días una mala experiencia con la publicación de un reportaje en el que, injustamente, se le acusaba de maltratar a sus aprendices. En la entrevista que concedía a este periódico emplea una expresión que me parece un hallazgo, la de “burbuja emocional”. Muchas veces se necesitan este tipo de ingenios mentales, especialmente necesarios en esta zona de la geografía patria, para aislarse de las injusticias o de las pamplinas, que también hacen su destrozo pese a la apariencia inicua del nombre.

Ángel León es una de las buenas noticias acaecidas en la ciudad en los últimos años, una persona que suma, como se dice ahora, que otorga prestigio a la marca El Puerto. Frente a este hecho indudable, por ejemplo, hay a quienes les parece mal el uso que el empresario otorga al Molino de Mareas, o las condiciones de su acuerdo con la Administración, cuando lo cierto es que abona un canon por el local que regenta y que allí ha levantado uno de los restaurantes más celebrados del país (“Aponiente” acaba de ser ubicado en el puesto 36 del ranking de los mejores templos gastronómicos europeos a criterio de la Opinated About Dining, una respetada guía gastronómica internacional en la que convergen las opiniones de casi 5.000 expertos de todo el mundo sobre 16.000 restaurantes internacionales). A dichos ciudadanos les gusta más la imagen que antes ofrecía el entorno, recóndita, fangosa, con cangrejillos retozones y mosquitos aburridos entre cañaverales secos y desventrados sin posibilidad de picar a un ser humano cualquiera que se dignase a pasar por allí.


Tengo la corazonada de que Ángel León seguirá creciendo (y mira que ya ha crecido) y que continuará haciendo disfrutar a los paladares poniendo estrellas en sus platos y manteniendo y creando empleo, un factor muy importante que casi nunca se valora suficientemente a los empresarios, sobre todo por los que acostumbran a criticarles cuando ganan dinero y a sentir cierta felicidad íntima en el momento en que lo pierden.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
21 de Mayo de 2017

domingo, 7 de mayo de 2017

LA BENDICIÓN DE LAS MOTOS


Aquí están las motos, por fortuna, un año más. Indultadas por la izquierda desde que gobierna (la que les hubiera caído a los independientes si en los años del hernandismo llegan a declarar la motorada Fiesta Tradicional Municipal, lo que permite ampliar los horarios comerciales en dos horas durante los días de celebración. Ahora, silencio). A mí me parecían bien con IP, con el PP y con el PSOE y me seguirán pareciendo estupendas con quien ocupe la alcaldía en el futuro. Ni cambié en este tema ni voy a cambiar. Provocan ruido, sí, generan algunas molestias, sí, pero suponen sólo tres días al año y es mucho el dinero que dejan en la ciudad.

Quien niegue o minusvalore la repercusión económica de este fenómeno es, simplemente, un ignorante, que no debe trasladar su problema particular de desconocimiento (en su peor versión, de envidia) a los bolsillos ajenos. Además, puede resultar incluso insolidario (eximiré de este calificativo, por razones obvias, a quienes tengan que sufrir, de verdad, bastantes decibelios, no, desde luego, a quien se queja por fastidiar), pues a muchos de sus vecinos este fin de semana les arregla unos cuantos problemas financieros.

Este año se ha estrenado el Motor Circus Festival, la metáfora del cambio de voluntad reinante, que ha pasado de rechazar a los moteros, a quienes se contemplaba con la misma inquietud que la cercanía de las hormigas inspiraba en la mirada de Charlton Heston en “Cuando ruge la marabunta”, a recibirlos, aunque todavía resta formalizar la bienvenida, por ejemplo, con pancartas al efecto en cada una de las entradas de El Puerto, concepto tan sencillo como cortés y ante el que resiste la más escuálida partida presupuestaria (¡ah, esa corrección política!). También se suman a la fiesta un espectáculo de motocross freestyle y la Caravana Repsol Racing Tour.

Una de las cosas que sí está haciendo bien este equipo de gobierno, al que le hace falta espabilarse, y bastante, en otras facetas, so pena de lamentarse dentro de dos años, cuando ya sea tarde, es la potenciación de los espectáculos musicales.


Feliz fin de semana motero y a vivir, que son dos ruedas. 

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
7 de Mayo de 2017