OBVIAR LA EXCELENCIA


Vivimos ahora tiempos difíciles para la lírica. Hemos vivido, siempre, tiempos difíciles para reconocer el mérito. El cocinero Ángel León admite haber pasado estos días una mala experiencia con la publicación de un reportaje en el que, injustamente, se le acusaba de maltratar a sus aprendices. En la entrevista que concedía a este periódico emplea una expresión que me parece un hallazgo, la de “burbuja emocional”. Muchas veces se necesitan este tipo de ingenios mentales, especialmente necesarios en esta zona de la geografía patria, para aislarse de las injusticias o de las pamplinas, que también hacen su destrozo pese a la apariencia inicua del nombre.

Ángel León es una de las buenas noticias acaecidas en la ciudad en los últimos años, una persona que suma, como se dice ahora, que otorga prestigio a la marca El Puerto. Frente a este hecho indudable, por ejemplo, hay a quienes les parece mal el uso que el empresario otorga al Molino de Mareas, o las condiciones de su acuerdo con la Administración, cuando lo cierto es que abona un canon por el local que regenta y que allí ha levantado uno de los restaurantes más celebrados del país (“Aponiente” acaba de ser ubicado en el puesto 36 del ranking de los mejores templos gastronómicos europeos a criterio de la Opinated About Dining, una respetada guía gastronómica internacional en la que convergen las opiniones de casi 5.000 expertos de todo el mundo sobre 16.000 restaurantes internacionales). A dichos ciudadanos les gusta más la imagen que antes ofrecía el entorno, recóndita, fangosa, con cangrejillos retozones y mosquitos aburridos entre cañaverales secos y desventrados sin posibilidad de picar a un ser humano cualquiera que se dignase a pasar por allí.


Tengo la corazonada de que Ángel León seguirá creciendo (y mira que ya ha crecido) y que continuará haciendo disfrutar a los paladares poniendo estrellas en sus platos y manteniendo y creando empleo, un factor muy importante que casi nunca se valora suficientemente a los empresarios, sobre todo por los que acostumbran a criticarles cuando ganan dinero y a sentir cierta felicidad íntima en el momento en que lo pierden.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
21 de Mayo de 2017

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