lunes, 30 de abril de 2018


LA INERCIA DEL TRIUNFO

La  Feria demuestra un año más su gran capacidad de convocatoria, indiferente a ubicaciones en abriles o mayos, y refleja una progresiva presencia de actuaciones musicales

La Feria de Primavera que culmina hoy ha seguido reflejando que la Fiesta del Vino Fino continúa siendo el gran encuentro lúdico anual de los portuenses, esa cita del calendario que se espera con entusiasmo, se ubique donde se ubique: sometida como anda a la fijación previa de eventos de municipios colindantes nada puede con su capacidad de atracción, indiferente a abriles o mayos, a inicios, mediados o finales de mes. Sí es cierto que su radicación no supone asunto baladí: fijarla en abril implica mayor riesgo de pluviosidad que hacerlo en mayo, punto del baremo al que quizá no se otorga suficiente trascendencia y que más de uno evocaría mientras las lluvias nocturnas de miércoles y sábado se acomodaban en los toldos y el albero.

La Fiesta del Vino Fino comenzó con un pregón al que Teresa Almendros, delegada de este periódico en la ciudad, confirió algunos tintes que nos resultan cómplices a quienes nos dedicamos a tan singular actividad, y que se agradece escuchar. Los periodistas pasamos de un lado a otro de la noticia, convirtiéndonos en titulares nosotros mismos, en el marco de unos característicos vasos comunicantes, y está bien que así sea, pues, aunque haya quien nos niegue, o ponga en duda, tantas cosas de nuestra condición, ciudadanos, por lo menos lo que se dice ciudadanos, al igual que humanos, somos.

El toro de Osborne persiste en lo suyo, erigido en uno de los grandes iconos del evento, ganado el derecho al indulto, una libertad que en su caso consiste en pastar en las eras del cielo, alimentado de azules y nubes, o en conceder prestancia a la noche al ser él (cosa que sólo ocurre en la Feria de El Puerto) el que viste traje de luces.
Todas las ediciones feriales se parecen pero no son exactamente las mismas (las ferias se suceden, al cabo, como los años en las personas). Este 2018 se ha levantado una polémica por la instalación de una andana de botas de manzanilla en el recinto, coincidiendo con la dedicatoria a Sanlúcar. Hay quien lo considera una cortesía institucional en el marco de la distinción a la ciudad vecina y quienes estiman que supone un ataque a la promoción del fino portuense. La instalación de las botas manzanillescas ha supuesto la irrupción de un nacionalismo portuense bodeguero, que se extiende después a otros ámbitos (los nacionalismos empiezan por uno concreto y después se van extendiendo a los demás). Por lo que a mí respecta (últimamente acostumbro a mojarme, de fino y manzanilla también), y admitiendo que hay cosas más graves de las que preocuparse, creo que es mejor que no se hubieran puesto: la cortesía es compatible con ciertos límites.

La evolución ferial nos revela una progresiva irrupción de actuaciones musicales en las casetas. Cada vez son más las que disponen de animación propia y en horarios más extensos. Incluso hemos gozado de hasta un concierto sorpresa, con la interpretación de Paco Loco y su grupo Los Jaguares de la Bahía. La situación de los músicos, junto al gran toro osbórnico, suponía un inédito elemento de singular atractivo visual.

Desde el equipo de gobierno se ha subrayado el avance experimentado en movilidad, con rebajamientos de acerados y otras medidas encaminadas a que todos se desplacen cómodamente por Las Banderas. Una Feria más inclusiva es aún más Feria. Toca aquí subrayar la presencia de Milagros Rodríguez, delegada territorial de la ONCE, en la inauguración del alumbrado, respondiendo a un cortés ofrecimiento del Consistorio tras la idea de la Organización Nacional de Ciegos de dedicar el cupón del miércoles 25 al evento, lo que supuso la distribución por todo el territorio nacional de más de cinco millones de copias (publicidad aparte, se agradece el detalle).

Me conmovió la presencia en la tribuna institucional de Milagros Rodríguez, acompañada de su perro guía: ella no podía ver las luces, pero las encendió para que las disfrutaran los demás. Milagros es quien ha permitido el brillo nocturno de la Feria, protagonizando algo más trascendente que todas las led que se extienden por Las Banderas: un ejemplo de humanidad. Bajo las luminarias, yo miraba a Milagros pensando que nada había más claro que su corazón.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
30 de Abril de 2018 







domingo, 15 de abril de 2018

EL SABOR DEL TIEMPO



En su latir escondido, en su refugio íntimo, como agazapados en el viario, los patios constituyen una parte insoslayable del día a día portuense. Hay una vida náutica, pendiente de los vientos, que gusta de coronarse en el mar, una tecnológica y poligonal, una de urbanización periférica... y también hay una vida de patio, que demuestra que la grandeza gusta de reposar en lo sencillo y la importancia de elementos como la luz, el color (que no deja de ser hijo de la luz) o la compañía.

En los patios se sienten más las horas, se degusta, lentamente, su paso, el tiempo se ensolera y saborea, haciéndose, de algún modo, corpóreo.  Mucho se habla de la primavera pero ¿qué sería, en verdad, de la primavera sin un patio? ¿Habrá un escenario donde tal estación llegue a apreciarse más en su casa, mimosamente enmarcada, donde su retrato se perfile con tan hermosa contundencia? 

Gracias a empeños como el de José Ignacio Delgado Poullet, Nani, un portuense a un patio pegado, que sabe valorar ese Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que es la conversación entre claveles, el zigzagueo del sol sobre los geranios, el vuelo confiado de los pájaros, la familia en torno a un espacio íntimo y, a la vez, comunitario, la Fiesta de los Patios continúa cumpliendo una de sus grandes funciones: facilitar el contacto de las personas. Nani ha conseguido que los propietarios de los patios los abran como frutas y que su demarcación resulte, al cabo, una excusa (preciosa, eso sí) para que la gente se encuentre.

En el claustro del IES Santo Domingo, en el acto de entrega de premios de la Fiesta, una actividad que empezó en silencio y ya ha alcanzado veinte ediciones, se respiraba una bonhomía de patio, esa arquitectura que lleva unida, irremediablemente, idiosincrasia (los contrafuertes son las risas, las palabras). El patio imprime carácter. Para huir del stress, de todo aquello que no es auténtico, pocas opciones tan interesantes como sentarse en un patio, integrarse cual elemento de ese perfecto ecosistema y conversar, o mantenerse en silencio, permitiendo que la mañana, la tarde o la noche te desvelen sus secretos.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
15 de Abril de 2018

domingo, 1 de abril de 2018

POR UN APOYO JUSTO



La Semana Santa ha vuelto a desarrollarse con el acostumbrado esplendor. Las hermandades portuenses han organizado, un año más, desfiles procesionales en los que participaron directa e indirectamente decenas de miles de personas, que expresan y divulgan su fe cristiana.

Ante tal realidad, deviene obvio el alto grado de obligación del Ayuntamiento de colaborar con el Consejo Local de Hermandades y Cofradías, entendimiento necesario por diversas razones. La primera, ya apuntada y a mi juicio principal, de tal modo que se bastaría por sí, porque el Consejo canaliza una manifestación colectiva, y al tiempo profundamente íntima, en la que se sienten representados muchísimos ciudadanos (los ediles que se ausentan sistemáticamente de las actividades de la Semana Santa bajo el argumento de una laicidad mal entendida no hacen sino incurrir en dejación de funciones, pues la condición individual agnóstica, atea o seguidora de otra creencia no exime de atender a los portuenses católicos, ni resulta intelectualmente sostenible el criterio de que el ámbito religioso, por el sólo hecho de ser tal, haya de carecer de cualquier favorecedora gestión pública).

Motivos en los que podría abundarse para defender esa cooperación nos llevarían a la plausible labor social de las hermandades, no siempre conocida por las especiales características que reviste el compromiso de quienes la ejercen, el valor histórico y cultural de los pasos o, por supuesto, la sobresaliente actividad económica generada por las procesiones, cuya repercusión en el sector hostelero se erige indudable.

El Consejo Local de Hermandades y Cofradías tiene razón cuando solicita al ejecutivo portuense que se le reconozca como merece, que se acabe con el agravio comparativo mediante la equiparación de las ayudas municipales que recibe a las que se prestan a otros organismos y que, en definitiva, se apoye desde el Consistorio la celebración de la Semana Santa en correspondencia con lo que supone. Es de esperar que el talante conciliador mostrado desde el equipo de gobierno, que ya atendió algunas solicitudes, se traduzca en una mayor efectividad en el futuro.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
1 de Abril de 2018