domingo, 22 de diciembre de 2013

OTRO AÑO EN COLOR GRIS


El año que finalizará en breve ha vuelto a ser de color cuando menos gris para la mayoría de los portuenses. La ciudad sigue lastrada por un fuerte desempleo y las expectativas anunciadas desde el ejecutivo local continúan sin concretarse. Incluso quienes gozan la fortuna de no padecer problemas económicos ni de preverlos en el futuro tienen su felicidad coartada por solidaridad, por contagio del clima general y hasta por cierto sentimiento de culpa.

Con todo, 2013 ha traído algunas alegrías, como la publicación del PGOU, un documento en el que se depositan muchas esperanzas, aunque lo más probable es que la crisis retrase sus benéficos efectos, y el traslado del Ayuntamiento a la Plaza Peral, cambio que, aunque no suponga una especial revolución, permite a El Puerto contar con un edificio institucional más acorde con el enclave al que representa.

Los retos que han de plantearse para 2014 no han de dirigirse únicamente al terreno de las grandes estadísticas, sino también al de las pequeñas: las obras de asfaltado o repintado que vienen efectuándose revisten más significación de la que parece y sorprende que se emprendan con tan dilatada frecuencia, pues no se antojan especialmente gravosas para las arcas públicas. Da la sensación de que el equipo de gobierno, ocupado en las alturas, descuida la micropolítica, un ámbito que se extiende desde la preocupación por los baches o la iluminación de las calles hasta la permisividad con el tiempo de exposición plenaria cuando un ciudadano o grupo social sumido en graves problemas cuenta sus apuros.


La sicología es otro campo de batalla: conseguir que los portuenses se sientan más felices de serlo y que se acostumbren a defender su ciudad, aunque sólo sea porque es la suya, en lugar de criticarla casi por pecado original o costumbre, debe ser otro de los objetivos. El día en que la mayoría de los portuenses pierdan el complejo ante Cádiz o Jerez se habrá dado un auténtico paso histórico, un avance que, por su imposibilidad de medida, no se registrará en los anuarios pero que constituirá uno de esos hitos que revolucionan el futuro de una colectividad. 

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
22 de Diciembre de 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

EL PGOU QUE NO CESA


La noticia de la publicación en el BOJA del PGOU ha causado una especie de alegría nerviosa entre muchos ciudadanos, una suerte de dicha colectiva de pueblo elegido, regocijo especialmente apreciado en sus albórbolas por las almas que temían no disfrutar de tan impreso como histórico día. Las hemerotecas revelan que cuando el Plan empezó a redactarse, allá por 1999, acariciábamos el nuevo siglo, nuestra moneda era la peseta, el país no amanecía malherido por una aguda crisis económica y, en clave local, Hernán Díaz gobernaba sin divisar en el horizonte la guillotina de la inhabilitación judicial, por lo que resultaba desaconsejable marchar de su protectora sombra.

No se conoce con gran precisión cómo afectará el documento a la vida de El Puerto (los PGOUS suelen vislumbrarse en torno a una década después de haber pasado a los papeles y el ya publicado es todavía patrimonio inmaterial de la humanidad) pero existe amplio consenso en la importancia de su aprobación, siquiera por el tiempo necesario para certificarla. No en vano, si uno mira las estadísticas humanas de esperanza de vida, en torno a los 80 años, y se detiene en el espacio que requiere la luz verde de un PGOU portuense desde que el equipo redactor desenfunda el tiralíneas hasta la santificación bojística, observa que son cinco los que razonablemente puede hojear, entrando ya el sexto en cierto mérito biológico, resultando el séptimo casi inaprehensible y quedando el octavo sólo al alcance de esos japoneses que moran las altas montañas.

Buena parte del debate sobre el Plan lo protagonizan las edificaciones ilegales, ese fenómeno que en El Puerto, según teorías defendidas con ardoroso énfasis por sus convencidos autores, decide los ejecutivos locales elección tras elección, lo cual debe convertir a la ciudad en un enclave singular, digno de estudio para los más sesudos politólogos.


Los PGOUS deberían enseñarse en los colegios, como la lengua o las matemáticas. Si nuestros alumnos se adentraran en los designios del documento madre de todos los documentos, el desarrollo intelectual inherente nos situaría a la cabeza del informe PISA.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
8 de Diciembre de 2013