EL PGOU QUE NO CESA
La noticia de la publicación en el BOJA del PGOU ha causado
una especie de alegría nerviosa entre muchos ciudadanos, una suerte de dicha
colectiva de pueblo elegido, regocijo especialmente apreciado en sus albórbolas
por las almas que temían no disfrutar de tan impreso como histórico día. Las
hemerotecas revelan que cuando el Plan empezó a redactarse, allá por 1999, acariciábamos
el nuevo siglo, nuestra moneda era la peseta, el país no amanecía malherido por
una aguda crisis económica y, en clave local, Hernán Díaz gobernaba sin divisar
en el horizonte la guillotina de la inhabilitación judicial, por lo que resultaba
desaconsejable marchar de su protectora sombra.
No se conoce con gran precisión cómo afectará el documento a
la vida de El Puerto (los PGOUS suelen vislumbrarse en torno a una década
después de haber pasado a los papeles y el ya publicado es todavía patrimonio
inmaterial de la humanidad) pero existe amplio consenso en la importancia de su
aprobación, siquiera por el tiempo necesario para certificarla. No en vano, si
uno mira las estadísticas humanas de esperanza de vida, en torno a los 80 años,
y se detiene en el espacio que requiere la luz verde de un PGOU portuense desde
que el equipo redactor desenfunda el tiralíneas hasta la santificación
bojística, observa que son cinco los que razonablemente puede hojear, entrando
ya el sexto en cierto mérito biológico, resultando el séptimo casi
inaprehensible y quedando el octavo sólo al alcance de esos japoneses que moran
las altas montañas.
Buena parte del debate sobre el Plan lo protagonizan las
edificaciones ilegales, ese fenómeno que en El Puerto, según teorías defendidas
con ardoroso énfasis por sus convencidos autores, decide los ejecutivos locales
elección tras elección, lo cual debe convertir a la ciudad en un enclave
singular, digno de estudio para los más sesudos politólogos.
Los PGOUS deberían enseñarse en los colegios, como la lengua
o las matemáticas. Si nuestros alumnos se adentraran en los designios del
documento madre de todos los documentos, el desarrollo intelectual inherente
nos situaría a la cabeza del informe PISA.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
8 de Diciembre de 2013
Comentarios