domingo, 26 de julio de 2009

VERANO Y CRISIS

El autoservicio playero, la obligada indiferencia ante los chiringuitos (esas instalaciones otrora mimetizadas en el paisaje y que actualmente viven una suerte de cambio climático particular, cual centrales nucleares en la costa) es uno de los referentes visuales de esta crisis, de esta coyuntura económica nacida, al parecer, en Estados Unidos, lejano país bajo cuya influencia lunar se explican todas las cosas que ocurren o dejan de ocurrir en España, incluso ahora que Bush ya no sirve para despistar.
Los bonos basura, las estafas piramidales (aquí nos habíamos quedado en la de la estampita, metamorfoseada tras la transición en el Dioni, un Madoff algo más rudimentario y hortero), han terminado por provocar que una oronda tortilla de patatas, nacida al calor de una cocina tradicional, acabe sustituyendo al lírico espeto de sardinas y que los vendedores ambulantes de la arena requieran una disposición protectora especial que garantice su supervivencia, al modo de las que se adoptan para las especies amenazadas.
Pasea uno por las sucesivas fases semipeatonalizadoras de las calles de El Puerto y encuentra también sucesivas fases de desertización, de modo que las vías más céntricas (Larga, Luna, Palacios…) se asemejan a las calles de los espagueti western poco antes del duelo de los dos protagonistas, precedidos por un pelusón de jaramagos que empuja un viento pertinaz; recorre uno las galerías de las numerosas superficies comerciales y se encuentra con un escenario levemente suavizado, pero de características similares, con carros antaño rebosantes que ahora denotan una apariencia más bien escuálida, en los que las marcas blancas, ese anonimato plebeyo de la industria, lucen con orgullo su preponderancia, olvidados aquellos tiempos en los que, sumidas en el silencio, parecían esperar la mano de nieve becqueriana que las arrancara, cual arpas, de los anaqueles.
Ni siquiera la esplendente luz del verano puede con las sombras de la crisis, ese fenómeno económico que nos ha empujado al espejo de nuestra propia vulnerabilidad, ese sobresalto cíclico que nos recuerda que una de las cosas más tristes que se puede ser en esta vida es carne de estadística.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
23 de Julio de 2.009

jueves, 9 de julio de 2009

JUZGADOS

La aprobación por el Parlamento andaluz de la propuesta presentada por Izquierda Unida para la creación de un nuevo juzgado de vigilancia penitenciaria en El Puerto intenta solventar una carencia más de las muchas que asolan a la administración de justicia en nuestra ciudad.
A las deficiencias españolas ya conocidas y genéricas (falta de personal y medios técnicos, dilaciones en los procesos que parecen apuntar más a un juicio divino que humano, legislaciones discutibles en cuanto permisivas, cuando no directamente escandalosas en un país que, 34 años después, continúa sumido en el complejo de haber vivido décadas bajo una dictadura) se suma en el caso que nos ocupa la de la ubicación de las dependencias, un tanto inadecuada dentro de ese cajón de sastre en el que se ha convertido el polígono de Las Salinas, dimensión del espacio donde lo mismo se puede ir a solicitar subvenciones para el negocio (siempre que el eurociudadano se muestre lo suficientemente iluso), comprarse calzoncillos de saldo o, dentro de algún tiempo, retornar a la ceniza, designio bíblico que se acelerará con la conclusión del desdoblamiento del puente.
Los portuenses tendremos que esperar algún que otro lustro para contemplar el paquete básico que albergará la zona conocida como la Angelita Alta, donde convivirán la Comisaría de Policía y los Juzgados. Como es sabido, el Ayuntamiento ha puesto unos terrenos a disposición de la Junta en dicho enclave, en el inicio de la carretera a Sanlúcar, pero, hasta la fecha, sólo se ha visto a algún que otro responsable público pasear, de manera indeterminada, por entre la consuetudinaria sobriedad de los jaramagos que, con vocación agreste, delimitan el solar y, como quiera que la crisis extiende su manto tétrico, a ratos parece que inacabable, habrá que especular con la posibilidad de que la construcción se demore aún más de lo que ya de por sí se habría retrasado en tiempos de bonanza. Y es que, por muy optimista que uno pretenda ser, a los nuevos juzgados de El Puerto todavía les restan seis o siete delegados provinciales.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
9 de Julio de 2.009