jueves, 20 de noviembre de 2008

GRATIS TOTAL

Una de las filosofías hispánicas especialmente acentuada en nuestra ciudad es la del altruismo siempre ajeno. Los seguidores de esta teoría, cuyo número de fieles aumenta en una progresión que para sí la deseara la secta más aviesa, acostumbran a intentar, con suertes dispares, el ingreso en todo tipo de espectáculos sin abonar cantidad alguna, llegando, en los casos más agudizados, a transformar el interesado anhelo en un nuevo epígrafe del derecho civil, para lo que recuerdan los numerosos y diversos tributos con los que, presuntamente, ya han cumplido.
Desde el debido respeto a quienes no se encuentren en situación económica de costear según qué entradas y pidiendo excusas porque mi condición periodística me otorgue ciertas ventajas (que no absolutas, ni justo sería) en dicho sentido, he de afear a los practicantes del “gratuismo” (también denominado “naturismo económico”) su reincidente conducta, pues su fervor camina paralelo, preténdanlo o no, al desprecio intelectual para con aquello de lo que desean disfrutar.
La modalidad más ortodoxa de esta tipología epistemológica, evidenciada ya por revelaciones humanas y divinas la imposibilidad de acceso sin estipendio alguno, incluye entre sus preceptos una peculiar versión del principio newtoniano de acción-reacción, por el que el paso siguiente consiste en denigrar la calidad artística de aquello que se hubiera gozado en la anhelada circunstancia. Condición inherente al “gratuista” es la disposición a soportar todo tipo de coyunturas, por muy adversas que puedan presentarse, desde la incomodidad de un asiento revelador del número de costillas y de cualquier imperfección lumbar hasta el averno de las temperaturas más subsaharianas, incluidas las que se generan en la zona denominada VIP de la caseta municipal tras la inauguración de la feria, donde gambas y cochinos sufren hasta después de muertos.
El “gratuista” debería reflexionar, sobre todo en las convocatorias que nada tienen que ver con la degustación gastronómica semimasiva, pues el esfuerzo y la calidad tienen y deben tener su precio.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
20 de Noviembre de 2.008

jueves, 6 de noviembre de 2008

LAS DOS ESPAÑAS

Las dos Españas que coexisten a estas alturas, aún tibias, del milenio, no son solamente las machadianas; las dos Españas actuales, en el año cero después de las subprime, cuando el Banco Central Europeo parece regir nuestras vidas, ese euribor oscilante en el tiempo, las conforman aquellos que son funcionarios y aquellos que no lo son (existiendo una doble vertiente en este segundo y desventurado grupo: la de los pertenecientes al régimen general de la seguridad social y la de los autónomos, esos hercúleos espíritus que requerirían, como los soldados, el monumento al desconocido).
No caeré yo en la exageración de un importante ejecutivo de la zona, que un día me definió a los funcionarios como “los anti-PIB” (cerrada la grabadora, claro) y no lo haré porque, siendo su número tan elevado, toda generalización es errónea de principio, siquiera por estadística y también porque me consta que la labor de muchos de ellos resulta estrictamente loable y necesaria (la de otros, absolutamente contingente): no lo haré, no osaré enfrentarme al primer poder (luego viene ya Montesquieu con sus ingenuidades) pero me pregunto yo cómo podrá este país salir de la crisis cuando todas sus estructuras están conformadas para que los ciudadanos anhelen libar del seno público, ser unos nuevos Rómulo y Remo del capítulo primero de sus presupuestos, huyendo de la más mínima vocación empresarial.
Seguro estoy de que, sin ir más lejos, aquí en El Puerto, muchos conciudadanos se inquirirán con frecuencia si de verdad hay razón tanta para como se quejan determinados colectivos sindicales de las muchas ramas en que deriva el aparato estatal, cuando el horizonte que se contempla al otro lado del Guadalete laboral presenta a los funcionarios como una especie de dioses civiles, con una inviolabilidad próxima a la del Rey, una casta privilegiada a la que sólo le resta que sus convenios colectivos incluyan la inmortalidad actualizada al IPC más un punto (logro que habrían conseguido, de haberse conformado la mesa negociadora, a costa de condenar al fuego eterno al resto de los ya mortales).
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
6 de Noviembre de 2.008