CRÍTICA DE "LAS IDENTIDADES"


Tras un silencio poético de cinco años, Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) vuelve a dejarnos su verso, y lo hace con un libro (“Las identidades”, Visor) que no defraudará al lector más exigente.

Benítez ahonda en las paradojas de la existencia mediante brillantes juegos de palabras e ideas, sobre todo en la primera parte del volumen (“Los protocolos inversos”), la de comprensión y lectura más difícil por cuanto reviste de ontológico y metafísico.

A lo largo de la obra, el poeta se examina a sí mismo, escudriña el entorno, preguntándose tras la observación de escenarios tan diversos como el de la playa de Rota en 2003, cuando decenas de subsaharianos perecieron ahogados, un paseo literario por Lisboa, una navegación por el Báltico o una visita reflexiva al Palacio de Invierno, en San Petersburgo.

Todo anda, como refleja la tercera sección, “Entre sombras y bosquejos”, nada es lo que parece y, lo que es peor, saberlo resulta imposible. Poco puede ayudarnos la reflexión cuando “algunas palabras dicen lo que dicen y también lo contrario”, cuando lamentamos que “jamás desvelan del todo su secreto”. De ahí que del tiempo solo quede “el eco anómalo/de unos pasos en fuga”, de ahí que todo vaya “por el aire”, que la necesidad de la permanencia se encuentre con “el espejismo” y lo único que hagamos sea seguir huyendo.

Si de huir se trata hacia el poema, Felipe Benítez es travesía segura. “Las identidades” nos revela el DNI de un escritor en estado puro.


Francisco Lambea Bornay
El Boletín
Junio de 2013

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