FRIALDAD EN LA MIRADA
La noticia publicada el jueves por este periódico sobre el
sueño en que habitan las cámaras destinadas a la vigilancia de ciertas calles
(léase a interponer multas de tráfico por accesos indebidos o estacionamientos irregulares,
casi siempre de frágil justificación) me ha llevado a reflexionar sobre el
estupor que acompaña el frío procedimiento con que se ejecutan este tipo de
sanciones, tan distante del patrio carácter mediterráneo, dado al debate, e
incluso pataleo, por infructuoso que pueda resultar.
A mí siempre me ha parecido que un castigo circulatorio
notificado por vía postal o telemática, sin guardias civiles o policías locales
o autonómicos intermediarios que se dignen a detener el tránsito del penado y
le dediquen la cortesía de unos minutos consuetudinariamente tensos, supone una
falta de consideración. Lo menos que se puede hacer con alguien que va a tener
que rascarse el bolsillo es guardar el detalle de explicárselo personalmente.
De no ser así el afligido une a su dolor pecuniario la afrenta de pensar que su
verdugo, actuando desde una cómoda oficina con la rutina de quien expide un
certificado, ni siquiera se molestó en sufrir calor o frío, tal vez en aguantar
una lluvia incómoda, mientras reducía su patrimonio (en el amor, como en las
multas, lo peor es la indiferencia).
Más de un conductor preferirá que la inversión de 100.000
euros resulte inútil si con ello consigue evitar siquiera uno de esos gravosos
papelitos. Y la impresión que denota esta parálisis pupilar es que al actual
alcalde, Alfonso Candón, más diplomático que su antecesor, se le antoja un
tanto inoportuno el gran hermano ubicado en zonas tan sensibles como la avenida
de la Bajamar, la plaza de España, Pagador, Misericordia, Nevería o Ribera del
Río, no vaya a producirse la circunstancia de que algún fotografiado contra su
voluntad se acuerde de la instantánea camino del colegio electoral en unas
municipales que se acercan a zancadas.
A algunos siempre les quedará París y a otros, menos
glamurosos, siempre les quedará la valla, ese elemento que nunca actúa a
traición y que se abstiene de perfilar los rasgos del cogote.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
17 de Agosto de 2014
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