PALABRAS DE FIN DE AÑO
Procuro no caer en los tópicos, o no caer demasiado, pero
resulta difícil abstraerse a la tentación de ingeniar unas palabras de fin de
año si tu columna coincide con un 31 de Diciembre.
En el ámbito individual voy a desear felicidad en 2018 a las
personas de justa voluntad (que son la mayoría, pero tampoco todas), en medida
directamente proporcional a sus merecimientos, siempre vinculados al tamaño de
su corazón. Que no pasen desdichas de salud ni económicas y que, desde ese
doble privilegio, se comporten con la mayor solidaridad posible.
Por lo que respecta a El Puerto nos esperan doce meses que,
políticamente, mantendrán grandes rasgos de este 2017 que se nos va, de modo
que se avanzará a un ritmo inferior al necesario bajo la batuta de un gobierno
en minoría que se queja, con razón, del obstruccionismo opositor, eludiendo,
eso sí, admitir que los dos partidos que forman el ejecutivo, PSOE e IU, actuarían,
en situación inversa, exactamente igual que quienes ahora critican. El equipo
de gobierno tiene ante sí un panorama que se complicará en el segundo semestre,
conforme se aproximen las municipales de 2019, dificultando los consensos.
En lo que atañe a nuestro país, lo principal es avanzar en la
justicia social, algo para lo que se alza básica la mejora de los índices
macroeconómicos y la extensión de sus benéficos efectos a quienes más lo
necesitan. Después, toca dar pasos claros, sin complejos, en la resolución del
problema catalán, un conflicto alimentado por ese estúpido cortoplacismo que
populares y socialistas manifiestan cuando se hacen con el gobierno central, en
virtud del cual han preferido el apoyo presupuestario de un nacionalismo potencialmente
sedicioso al de una sigla constitucionalista. Deseo a quienes ingenuamente
creen que la tensión en Cataluña “es un asunto del PP” que se aperciban de que
también lo es de ellos, aunque sólo sea, ya que tanta indiferencia les suscitan
himnos, banderas y fronteras, por la estima que profesan a su bolsillo.
Sean, lectores, en definitiva, buenos, en el sentido
machadiano que impide ser al mismo tiempo tonto: se trata de una forma
consecuente de caminar por este mundo.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
31 de Diciembre de 2017
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