SICOSIS PLUVIAL
Hace años que pienso que la sobreinformación meteorológica
acaba revistiéndose de perversos efectos secundarios. Quienes se enganchan a
esos larguísimos programas en los que te avanzan hasta la predicción del día
del juicio final por la tarde acaban sintiendo que hace más calor del que hace,
más frío del que reina y, sobre todo, que llueve más de lo que a la postre llueve.
Si uno se atenía a los pronósticos, que en la mediodía del
pasado domingo llenaban nuestra zona de paraguas y borrascas, entre el domingo
de Ramos y el Martes Santo se vería, en lugar de a los pasos, a la barca de Noé
por la Carrera Oficial. La realidad es que el domingo por la noche cayeron unas
gotas simbólicas y que el martes, aunque sí hubo algo más de intensidad, tampoco
fue una descarga como la que dos jornadas antes vaticinaban los sabios.
Hay una especie de plus pluvial. Parece como si se cargara la
mano con los litros por metro cuadrado, como si fuera mejor equivocarse
aventurando que lloverá mucho, y luego no es tanto, o no se ve agua alguna, que
asegurar que lucirá el sol y al final Dios esté en su palacio de cristal, que
diría Juan Ramón Jiménez, error este último más gravoso, pues en la hipótesis
primera sólo cabe prosperar y la disposición anímica se torna más favorable
mientras que en la segunda el ciudadano se acuerda mientras se empapa de los
antepasados del científico.
Toca lamentar que Borriquita, Flagelación, Misericordia y
Cautivo se recogieran en torno a dos horas antes de lo debido. Resta el
consuelo de que las hermandades pudieran cumplir la mitad, o algo más, de sus
itinerarios.
La Semana Santa sigue siendo lo que debe ser, una
manifestación de fe cristiana, molesta para el ateísmo modalidad amargado ante el
credo ajeno (pensar que tras la muerte no hay nada es bastante más
descorazonador que confiar en la existencia de un paraíso y esa disparidad de
ánimo en el modo de caminar por la vida hay quienes la llevan muy mal,
provocándoles profusas secreciones biliares).
Confiemos en que el próximo año la climatología no dé el más
mínimo pie a las exageraciones diluviales. Lo mismo si disminuye la sicosis hasta
se reduce a la par la pluviosidad.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
27 de Marzo de 2016
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