ENCICLOPEDIA NO ESCRITA
La historia de una ciudad es también la historia de sus
bares. Enrique Pérez Fernández lo sabe muy bien y su trabajo concienzudo nos
permite gozar de “Tabernas y bares con solera. Una historia de la hostelería en
El Puerto de Santa María”, un libro de Ediciones El Boletín que tuvo sus
orígenes en artículos publicados en este periódico hace veinte años y en un
volumen, ahora ampliado, que dio a la luz la entonces Asociación de Hosteleros
Portuenses poco antes de asomar el nuevo siglo.
Las investigaciones de Pérez Fernández, un apasionado del
ayer local que ya se interesó por parajes como el río Guadalete o el Parque
Calderón, tienen esa virtud de hacer presente lo pretérito, y deparan un legado
cuya importante valía hay que reseñar y aplaudir, a la espera de un
reconocimiento institucional que a uno le parece ineludible.
En 336 páginas que hacen memoria de más de 500
establecimientos existentes entre 1750 y 1975, con la información precisa que
aportan 217 fotografías, cabe mucha vida.
Tras las barras de cantinas, mesones, cervecerías o tabancos late el
pulso de cada sociedad, se pueden comprobar las inquietudes y las alegrías de
la gente, los miedos que los inquietaban y las esperanzas que los vencían.
“La Burra”, “La tienda de Rueda” o el restaurante “La Fuentecilla”,
por citar algunos de los locales nombrados, son lugares más ricos para el conocimiento
de una época que la sobriedad papirológica de un Registro Civil. Los atuendos,
las miradas, los mobiliarios, la camaradería que resucitan las instantáneas, nos
sirven para retrotraernos a una época, en algunos casos no tan lejana, desde
una óptica que dista de ser la intelectual ortodoxa y que quizá por ello se nos
revela mucho más escrutadora y atrayente.
Si los libros pudiesen transcribir las reuniones que se
desarrollaron en aquellos ámbitos se mostrarían más sabios, más certeros en su afán
de precisar la personalidad de nuestros antecesores, el contexto que les
rodeaba. Esos bares ya extintos son volúmenes en blanco en los anaqueles del
pasado y las conversaciones que allí se mantuvieron ecos perdidos de una
enciclopedia nunca escrita.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
1 de Febrero de 2015
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