EL HOMBRE INEXPUGNABLE
Hay noticias que, de reiteradas, nos hacen mayores, nos
avivan la memoria, nos inducen a pensar en los informativos de televisión y
radio, en los periódicos, que uno lleva detrás, en la incesante inercia de la
vida. Ecologistas en Acción ha vuelto a pedir la destitución de Antonio
Caraballo como jefe de servicio del área municipal de Medio Ambiente. Es
probable que ni siquiera el colectivo conservacionista sepa cifrar el número de
ocasiones en que ha formulado tal solicitud, tan propia de él que pareciera
formar parte de su articulado estatutario, de su verde ADN.
De entre las variopintas vicisitudes del asunto, recuerdo que
hasta se constituyó en su día una comisión compuesta por los grupos políticos
con representación en el pleno y el citado Ecologistas, algunos de cuyos
miembros no escondían la voluntad de conseguir su defenestración, para lo cual
estrujaron los códices occidentales de los derechos administrativo y laboral.
Aquel peculiar club de fans tuvo que desistir de su objetivo tras incontables y
exhaustas reuniones: cuando se creó la noción de Medio Ambiente, Caraballo ya
estaba allí.
Todo pasa y nada queda, excepto Caraballo en su puesto, cual
principio inmutable de la física. El hombre a quien se atribuía lo bueno y lo
malo que sucedía en El Puerto (tenía sus rendidos hagiógrafos y sus pertinaces odiadores),
el hombre al que uno de sus amigos definió como INEM ambulante en los tiempos
de máximo poder (épocas de la alcaldía socialista y primera mitad hernandiana),
vive hoy retirado en la invencible atalaya funcionarial que él denomina
cuarteles de invierno, sin temor a Podemos, indiferente a los vaivenes del
euro, al futuro de la monarquía, yendo de sus árboles a sus asuntos.
De entre las poliédricas perspectivas que proyecta su figura,
debe subrayarse que Antonio Caraballo, el hombre tan satisfecho de sí mismo
que, en coherencia, decidió autocontratarse, creó escuela, pero escuela sin
alumnos aprobados; hay quienes quisieron ser como él, espíritu que guiaba a
algunos de sus enemigos, mas nunca llegaron a lograrlo, pues Caraballo sólo hay
uno (bueno, dos: con barba y sin ella).
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
15 de Febrero de 2015
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