UNA CENA ESPECIAL
La Nochebuena es siempre una cena marcada por rasgos
peculiares. Además de su significación religiosa para los que somos creyentes,
con todo lo que supone la noche en que nació Jesús, el análisis se detiene en
las personas que se encuentran a la mesa y las que no están ni en esa ni en
ninguna otra aquí en la Tierra. Resulta
obvio que este momento se disfruta con mayor plenitud cuando uno no siente
sobre sí el peso de las ausencias. Parece una paradoja pero sorprende de cuánta
fuerza gravitatoria se revisten quienes ya se han ido.
Este año la Nochebuena me cogerá recién regresado de
Villanueva de la Serena (Badajoz), donde el viernes presenté “Tu luz sobre el
olvido”, un homenaje póstumo a mi madre, Dora Bornay, en el día en que se
cumplían 86 años de su nacimiento y 50 del mío, ambos en Villanueva.
En la Casa de la Cultura leí, entre otros, el poema “Primera
Nochebuena”: “Primera Nochebuena/ sin ti./ En el trasiego/ de los platos y las
conversaciones/ descubro que nuestro viaje/ tiende a resumirse/ en estos
encuentros sucesivos/ de cada 24 de diciembre,/ que la aparente circularidad
del tiempo/ tan pronto convoca con entusiasmo/ como sirve el postre/ inesperado
de la desdicha./ Inútil explicar la magnitud de tu silencio/ con todas las
palabras de todos mis poemas./ He de decirte/ transcurridos nueve meses/ de tu
marcha, / que te extraño más de lo que pensaba/ (y siempre pensé que iba/ a
extrañarte bastante),/ que, rodeado en la cena/ por muy queridos comensales,/
también me acompaña esa parte/ de mi vida que ya no existe/ mientras pienso/
que volveremos a estar juntos/ con esa naturalidad de las compañías/ que se dan
por ciertas y seguras”.
Deseo a todos los lectores que pasen una Feliz Nochebuena y
mando un abrazo especial a aquellos a los que la jornada se les hará muy cuesta
arriba. Espero que disfruten de una grata experiencia familiar porque la
familia, si actúa como debe y nosotros para con ella, es lo más importante (tanto
como que la soledad, por contra, deviene en terrible sensación). Valorar las
cosas cotidianas, como abrazar físicamente a quienes queremos, implica una de
las mayores sabidurías y tesoros.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
23 de diciembre de 2018
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