ALAS DE SUEÑO
El pasado miércoles se celebró en todo el mundo el Día de las
Bibliotecas. En El Puerto la Biblioteca Pública Rafael Esteban Poullet acogió
la presentación de las dos últimas novelas del escritor gaditano Benito Olmo ("La
maniobra de la tortuga" y "La tragedia del girasol"), sobre las
que disertó en compañía de Paqui Ayllón, quien describe su amor a los libros en
el que acaba de publicar, “La lectora ciega”, que caerá en mis manos en breve.
En mi segunda obra, “Estampas familiares”, que vio la luz en
EH Editores en 2008, en virtud del criterio, que agradezco, de Mauricio Gil
Cano, hay un poema, “Alas de sueño”, en el que hablo de mi relación con ellos;
principio escribiendo que “Los libros sólo viven/mientras alguien los
lee,/mientras una mirada/revela su aliento en la sombra/caprichosa del olvido”.
Siempre me parece que esas extensiones de volúmenes silentes sobre los
anaqueles transitan en su hieratismo a la espera de “esa mano/cercana en las
horas”, que son “el abrazo/de ese amigo sin prisas cuando el otoño/demora su
tristeza por las calles”, que se muestran como “alas de sueño donde la vida/se
multiplica sin crepúsculo”.
Quien no tiene el hábito de la lectura pierde una fuente de
placer, como la pierden quienes, gozando de esa costumbre, discriminan
prejuiciosamente a la poesía, a la que niegan todo derecho de posibilidad electiva,
cerrazón que supone uno de esos enigmas cuya incapacidad para descifrar ya he
asumido (el tiempo es, entre otras cosas, la asunción de algunas derrotas).
Termino señalando que, en contra de lo que viene a ser
costumbre, no voy a pedir disculpas por la autocita: para algo me tomé el
trabajo de componerlo en su día y, cercano ya a los 50 de mi edad, uno se va
permitiendo según qué licencias. Total, que diría el otro (cuánta significación
llega a encerrar este vocablo, tan polisémico, cuyo carácter familiar no debe
distraernos de su hondura). También es cierto que las autocitas, de habitual teñidas
de mala prensa, han ganado algo de prestigio gracias a los plagios. Y es que siempre
resulta más feo plagiar que autocitarse (que es copiarse a uno mismo en vez de
a otro).
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
28 de Octubre de 2018
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