CON LA CARTA MAGNA
La democracia española vive estos días, con el intento de
secesión de Cataluña, los momentos más graves desde el 23-F. La coyuntura
resulta tan delicada que sorprende que algunos no parezcan ser conscientes de
ella y que otros defiendan tesis insostenibles, considerando que el derecho a
decidir de unos pocos es más justo que el derecho a decidir de todos.
Dejaré que los próximos acontecimientos me permitan formarme una
opinión más rotunda sobre la eficacia de la estrategia de Mariano Rajoy,
aunque, en todo caso, está haciendo lo que tiene que hacer un presidente del
Gobierno de España: plantar cara a quienes buscan una Cataluña independiente.
Lo que sí concluyo es mi juicio positivo sobre el apoyo de
Ciudadanos al Gobierno (se estará o no de acuerdo con Rivera, pero las ideas
las tiene claras) y mi crítica a las posiciones de los dos principales líderes
de la oposición: el socialista Pedro Sánchez y el podemita Pablo Iglesias.
Resulta lamentable que ambos, movidos por el afán de procurar el desgaste del
gabinete de Rajoy a cualquier precio, continúen empleando la palabra “diálogo” para
con quienes, encabezados por el presidente de la Generalidad, Puigdemont,
protagonizan un acto golpista. ¿Pueden explicar con precisión, más allá del lirismo
del término, qué hay que dialogar entre dos posturas antagónicas, la de los
constitucionalistas y la de los independentistas, cuando además sólo una, la de
los constitucionalistas, viene del brazo de la legalidad, explicar qué clase de
izquierda es aquélla tan proclive a escuchar a movimientos defensores de la
teoría más reaccionaria posible, la que reclama quedarse el dinero para sí
desatendiendo cualquier principio de solidaridad?
Quiero reflejar también que quienes se han concentrado en la
Plaza Isaac Peral con banderas constitucionales de España y quienes lo hacen,
en tantos y tantos lugares del país, en contra de la segregación catalana no
son fascistas. Tildarlos de tales sólo puede provenir de la ignorancia o de un sectarismo
que no condena dictaduras como la cubana o la venezolana y pretende después ofrecer
lecciones jurídicas.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
8 de Octubre de 2017
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