HOTELERÍA SENTIMENTAL
La decisión del teniente de alcalde de Urbanismo, Antonio
Fernández, de conminar a la propiedad del Hotel Caballo Blanco a emprender
varias mejoras, so pena de acometerlas el Ayuntamiento subsidiariamente, ha
vuelto a poner las instalaciones sitas a la entrada de Valdelagrana en el foco
de la actualidad (el de los turistas se enturbió hace ya nueve años. La
historia señala que la institución cerró para acometer unas reformas
importantes de las que hasta ahora nada se sabe).
Hay dos establecimientos cuya imagen se hace dura para
quienes los conocimos en marcha: el ya citado Caballo Blanco, que ojalá vuelva
a galopar en breve, aunque se antoja difícil, y el Duques de Medinaceli. Por
fortuna, en este segundo caso parece que la reapertura será próxima, aunque uno,
escarmentado ya, con los ojos cansados de haber visto la patria que no cambia
(Neruda), lo acabará de creer cuando los hechos así lo manifiesten de manera
indubitable (en la ciudad de las cien burocracias siempre puede atravesarse
algún penúltimo trámite administrativo).
Que un enclave como El Puerto, en cuya economía se erige fundamental
el turismo, sufra la clausura desde hace años de dos emblemas simbólicos resulta
desalentador. Los hoteles son edificios que, por su propia tipología, se
relacionan con la ocupación, con la felicidad o el sosiego, esa forma calma de
la dicha; observar sus habitaciones desérticas, donde sólo practican sexo los
grafitis, sus vegetaciones asoladas por la desidia y la ausencia de esmero, sus
porches visitados por el huésped del olvido, aflora una sensación especialmente
triste y fantasmagórica.
Una de las estampas de la crisis en El Puerto la encarnan los
hoteles cerrados, o los que quedaron en proyecto, como el Winthuyssen, aunque al
menos en ese tramo de la calle Larga la frustración se esconde tras el
restablecimiento del paso peatonal. Tan fuerte resulta el parón financiero que
padecemos desde hace ocho años que llegamos a contemplar imágenes que parecen
ir en contra del orden natural de los elementos, mientras esperamos, por
ejemplo, que resurja algo en los terrenos que ocupase el otrora Club
Mediterráneo.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
22 de Mayo de 2016
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