LA SOLUCIÓN DEL ABSTRACTO
El nuevo logotipo turístico de la ciudad, una suerte de
aleación cromática de pequeños brochazos (vulgo manchurrones), demuestra esa costumbre
de buscar en la abstracción (y sus sugerencias decididamente interpretables) el
camino de salida cuando no se sabe exactamente qué hacer.
Imposible ya el mantenimiento del vaporcito, hundido hace dos
años y preso de una reparación interminable, preludio a una hipotética
singladura por cualesquiera aguas territoriales excepto la portuense, los
responsables políticos alumbraron la obvia decisión de crear una nueva insignia.
No se antoja tarea fácil, pero piensa uno que tanto tiempo de espera merecía
mejor premio.
El logotipo, que se presentó en el transcurso de un acto bien
organizado, con una escenografía trabajada e interesante, se enmarca en esos
diseños actuales que sirven para un roto y un descosido, que lo mismo podría exiliarse
a Denia, Tomelloso o Santiago de Compostela, y anunciar, al igual que un
concepto turístico global, un congreso de traductores de hebreo, una macro exposición de cerámica talaverana o
un simposio de economistas patrios defensores de la salida del euro.
Desde otra perspectiva, hay que reconocer que no pocos paisanos
han respirado con alivio al comprobar fuera del icono elementos como la Iglesia
Mayor Prioral, el Castillo de San Marcos o el Monasterio de la Victoria, toda
vez que el destino del Adriano III no conlleva gratos recuerdos y los tiempos
convulsos son proclives a la superchería, pero dudo mucho que tras esta
sucesión de pinceladas anárquicas se esconda ese “revulsivo en la proyección de
nuestra imagen al exterior” que auguran los dirigentes, y más aún que los
pegotones inspiren en las neuronas la efigie de Alfonso X o la puerta de
Occidente.
El logotipo se ha presentado coincidiendo con un Día Mundial
del Turismo que ha supuesto un meritorio trabajo del área, aunque el
seguimiento popular no fuera el deseado por la adversa climatología y por la
sencilla circunstancia de que había ciudadanos que desconocían la efeméride,
consecuencia de una difusión publicitaria que, ajustada al sentido común, se
tornaría más eficaz.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
29 de Septiembre de 2013
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