MOTOS, DEL VOTO AL VETO

Escribo este artículo entre el eco lejano, algo desfallecido, de los tubos de escape de los moteros, esos seres de presencia cíclica a los que hace años el equipo de gobierno recibía a los sones de Bienvenido Míster Marshall y frente a los que ahora se bunkeriza sin recato (con una diligencia que para sí hubiese querido el PGOU del postgaguismo), como si las ruedas de estos turistas de cuero portasen la mismísima radiactividad de Fukushima.


El cambio de filosofía gubernamental (de la primavera de gasolina al invierno de ruido) ha provocado que quienes se revestían del glamour de los motoeuros, quienes protagonizaban uno de los eventos lúdicamente oficiales del año, sean ahora observados como una vertiente inédita de la kale borroka, como unos adalides de la oposición política, por lo que las alfombras de plata se han tornado en viarios cuajados de badenes que estallan como sarpullidos bajo la placidez del amortiguador.


Los moteros, que hace años firmaban lunas de amor y sexo, amaneceres tintineantes de whisky, son ahora especies en vías de extinción tras sucumbir a los new jersey, esas barricadas light de la modernidad exentas de lirismo, y a una presencia policial masiva que les corta la presunción de inocencia a la par que el punto.


Tienen la guerra perdida en El Puerto, ciudad metaforizada en valla gigantesca, en agujero negro del circuito, y sus vehículos, que han dejado de ser políticamente correctos, hasta el grado de que ya ni los empresarios afectados por el volumen de sus ausencias osan esbozar la más mínima queja, cabalgan como lamentos solitarios, cual rebeldes condenados al supremo castigo de quien no merece la menor defensa. Sólo conseguirán un asomo de armisticio el día que se institucionalice un pregón en su honor, un cartel vanidoso de caballete tras cuyo descubrimiento el artista se ponga la placa por montera.


El pasado se marcha con la volatilidad del humo y el futuro aguarda la oportunidad de su dictado. Parte de nuestra historia política reciente se sintetiza en un juego de palabras: motos, del voto al veto.


Francisco Lambea

Diario de Cádiz

3 de Abril de 2011

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