LA NOCHE PRINCIPAL

La jornada del 24 de Diciembre debe ser especialmente importante para todos, con independencia incluso de las creencias religiosas que alberguen o no nuestros corazones: los diversos azares no siempre nos conceden la cercanía de los seres más queridos, lejanos a veces en las distancias tercas de la geografía, imposibles de abrazar otras si no es en el recuerdo, ese beso perpetuo, de modo que llega el momento de compartir, al menos unas horas, con quienes aún nos acompañan en esta labrada aventura que es la vida, el momento de ofrecer, en torno a la mesa, las sillas de la memoria a quienes no pueden mostrarnos su afecto con la tierna complicidad de una sonrisa, el infinito calor de una mirada, la caricia húmeda de unos labios, el refugio íntimo de unas manos.
Esta sociedad, vertiginosa y con frecuencia deshumanizada, tantas veces perdida en contingentes inercias, necesita recuperar espacios para la reflexión, para el encuentro, para recordarnos de dónde venimos, quiénes somos, cuáles son los senderos que nuestro trayecto nunca debe abandonar. Entre las viandas, quizá abundantes y esmeradas para una cena que se quiere especial, entre el sabor familiar de mazapanes o turrones, entre el estribillo consuetudinario de los villancicos y el persistente ronroneo de una zambomba, no ha de olvidarse que el amor es el sentimiento que más dignifica al ser humano, la pasión más alta de su espíritu.
Conforme uno abandona la infancia, su exilio del tiempo, conforme uno deja atrás la etapa fúlgida de la juventud, adentrándose en una madurez creciente en su sigilo, se apercibe de que el paso de los años no es un invento de los otros y aprende a valorar la trascendencia exacta de noches como ésta, un concepto que gana en precisión cuando, por unas u otras circunstancias, hay compañías que no se disfrutan con la frecuencia deseable.
La Nochebuena, trascendental para quienes celebran el nacimiento de Jesús, encierra un mensaje que también llama a quienes se consideran agnósticos o ateos, un mensaje escrito con el más noble impulso de la sangre: el de la concordia.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
24 de Diciembre de 2009

Comentarios

FG ha dicho que…
Querido Sobrino de Carmen Lambea y de Juan Carmona. Amado primo de Carlos, Javier, Emma y Noelia.

Hemos entrado en tu blog y has provocado que nuestra imaginación navegue a través de unos sentimientos y emociones envueltos en el mas preciado de los regalos: La Familia, el Amor.

Nos has trasladado con tus bellas palabras a aquellas ya lejanas y a su vez tan cercanas Navidades que tuvimos la magnífica oportunidad de partir y compartir jugando, cantando y bailando al son de las panderetas, zambombas, flautas..., rodeados de nuestros abuelos y padres.

Recordamos que nos adentrábamos en un viaje repleto de colorido, música, bailes, alegría, vida...Amor.

Hoy día, alcanzada nuestra madurez, la Navidad continúa celebrándose de la misma manera, viviéndola con plenitud gracias a nuestros nietos y
sobrinos, conservándose la tradición.

Os quiere vuestra familia, la familia Carmona Lambea.

Un beso para todos los tuyos y hasta nuestro próximo reencuentro.

Gracias por tu artículo, no lo olvidaremos.
Francisco Lambea Bornay ha dicho que…
Muchas gracias, Francisco Javier y familia. Yo también me acuerdo de aquellas visitas a vuestra casa, cuando tendría entre diez y catorce años, aproximadamente y, en especial, de las guerras de calcetines. Hubo una navidad espectacular, con un notable fragor textil, acabando todos heridos y con algún bollo, resultante del contacto cerebral con el armazón de las literas. Un abrazo grande a todos.

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