VALORES DEPORTIVOS
En estos tiempos insolidarios, de un mal entendido pragmatismo, tiempos de pelotazo moral, de especulación financiera y epistemológica, en esta época de sofistas, reconforta encontrar todavía ejemplos donde anidan conceptos como la dedicación o el sentido del esfuerzo, la obligatoriedad de cumplir, en definitiva, con esa expresión tan sencilla como profunda consistente en “tener la conciencia tranquila”, (máxima ahora tan atacada por hipotéticas resonancias religiosas, como si fueran negativas en sí mismas o como si los agnósticos o los ateos carecieran de los sentidos de la culpa o el deber).
El Racing Portuense ha terminado su temporada para alivio, en primer lugar, de los propios futbolistas y para el de quienes, durante estos meses, hemos visto deambular a los jugadores desde el vestuario a las oficinas en busca de una respuesta económica que nunca llegaba, para quienes hemos comprobado la inquietud metaforizada en la frenética actividad de los teléfonos móviles, la desazón de quienes ejercían su trabajo sin remuneración alguna y sin perspectivas medianamente claras de conseguirla, malviviendo el presente bajo el inquietante sobrevuelo del futuro y sin obtener siquiera la gratificación del marcador electrónico.
En estos tiempos en los que los sindicatos se preocupan más por el bienestar de los que ya trabajan que por el acceso al empleo de los que no lo hacen, en los que algunos comités de empresa, que representan a colectivos laborales que gozan de convenios envidiables para la mayoría de los ciudadanos, amenazan con huelgas por motivos ridículos, cuando no directamente esperpénticos, hay que valorar aún más el sacrificio de quienes, como los componentes de la plantilla del Racing, demuestran que, cuando parece no restar ya nada, queda algo: la dignidad.
Esta columna no puede concluir sin felicitar al Club de Rugby Atlético Portuense, una entidad que se ha quedado a las puertas de acceder a la máxima categoría del rugby español, y que, desde el amauterismo, ha mostrado cómo con ilusión y entrega es factible aspirar a las más altas cotas.
El Racing Portuense ha terminado su temporada para alivio, en primer lugar, de los propios futbolistas y para el de quienes, durante estos meses, hemos visto deambular a los jugadores desde el vestuario a las oficinas en busca de una respuesta económica que nunca llegaba, para quienes hemos comprobado la inquietud metaforizada en la frenética actividad de los teléfonos móviles, la desazón de quienes ejercían su trabajo sin remuneración alguna y sin perspectivas medianamente claras de conseguirla, malviviendo el presente bajo el inquietante sobrevuelo del futuro y sin obtener siquiera la gratificación del marcador electrónico.
En estos tiempos en los que los sindicatos se preocupan más por el bienestar de los que ya trabajan que por el acceso al empleo de los que no lo hacen, en los que algunos comités de empresa, que representan a colectivos laborales que gozan de convenios envidiables para la mayoría de los ciudadanos, amenazan con huelgas por motivos ridículos, cuando no directamente esperpénticos, hay que valorar aún más el sacrificio de quienes, como los componentes de la plantilla del Racing, demuestran que, cuando parece no restar ya nada, queda algo: la dignidad.
Esta columna no puede concluir sin felicitar al Club de Rugby Atlético Portuense, una entidad que se ha quedado a las puertas de acceder a la máxima categoría del rugby español, y que, desde el amauterismo, ha mostrado cómo con ilusión y entrega es factible aspirar a las más altas cotas.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
14 de Mayo de 2.009
Comentarios
un besazo compañero... y sin embargo amigo