DE CHARO Y LOS CHURROS




El pleno ordinario del mes ha acordado por unanimidad homenajear a Rosario Salguero Venegas, conocida como Charo la de los churros, con una placa que se colocará junto a la Plaza de Abastos, donde tiene su puesto desde hace décadas. La luz verde a una moción conjunta de los cinco grupos representados en la Corporación supone un nuevo paso en un reconocimiento precedido de una campaña popular de recogida de firmas.

Yendo por delante mi felicitación a Charo, que recibe así un hermoso detalle a muchos años de trabajo, de la noticia plenaria han derivado en mí variopintas reflexiones. Una de ellas es la raigambre popular de que goza este producto, el churro, y el afecto que se suele deparar a quienes los elaboran, hasta el punto de incorporarles como parte grata del paisaje, como elemento casi inherente (¿quién no ha sentido alguna vez un vacío existencial cuando creía próxima una freidora dispuesta y topa con la dura realidad de la chapa candada?).

Otra es la injusticia de la expresión “hacer un churro”, en referencia a la mala ejecución de algo, cuando la realidad es que estamos ante un producto gastronómico exquisito que no merece tan denigrante metáfora.

También divago sobre esa dicotomía entre el churro fino y el gordo. No sé si se deberá a la costumbre o a otros factores pero una de las cosas que me llamó la atención recién llegado a El Puerto desde mi Villanueva de la Serena natal era la predilección portuense por la finura cuando en Villanueva se daba por sentado que al churro le correspondía un generoso ancho de talle. Dispuesto a salir del armario churrero, confieso que una de mis añoranzas me lleva a ese final de dimensiones más rotundas que el tramo anterior, ligeramente refritado, conocido como la cabeza, donde los sabores parecen concentrarse al crujir del diente y que escapa a la estricta geometría de la denominada porra, segmento longitudinal sin la gracia del remate.

Algunos de mis recuerdos infantiles me conducen a esa mezcla de harina, agua, aceite y sal. Todo aquello que evocamos con cariño se viste de una singular trascendencia: la trascendencia que tienen, también, esos churros que ya nunca volverán.



Francisco Lambea

Diario de Cádiz

20 de enero de 2019






Comentarios

Entradas populares