LA FIESTA DE LA MIRADA


José Antonio Tejero inaugura exposición el próximo viernes a las ocho y media de la tarde. El Centro Cultural Alfonso X acogerá hasta el sábado 9 inclusive su retrospectiva “Confluencias”, en la que se recogen escenas que el autor define “de gráficas y fotográficas” a lo largo de un periodo tan respetable como 25 años.

He tenido la oportunidad de contemplar los trabajos en lo que uno enjuicia como un cierto privilegio. La muestra constituye toda una fiesta de la mirada. Ser fotógrafo es, como decía nuestro comúnmente añorado Pepe Hormigo, “algo más que darle al dedo”, requiere tener una capacidad de observación que muchos hemos ido perdiendo, por razones como la falta de ejercicio, y el conocimiento técnico necesario para plasmarlo de la forma más artística posible.

Hay dos conceptos que, injustamente, suelen tener mala acepción, a bote pronto, en castellano: uno es vividor (como si no fuera hermoso vivir con intensidad, con éxtasis) y otro mirón (se suele entender como una variante de depravación sexual o una práctica de frívolo cotilleo, cuando un mirón es una persona que contempla, que gusta de analizar, de descifrar con la retina lo que el entorno le va deparando).

José Antonio Tejero es un espíritu inquieto. Esa característica le ha llevado por enclaves tan diversos como Cuba, Marruecos, México o Argelia y a componer collages digitales, buscando desplegar las aristas esquivas para el ciudadano medio, en las que él indaga lo que a otros nos es vedado. Nada fotografiable, o incluso componible, es ajeno a su Tejeojo.

Esperemos que a no mucho tardar recopile en libro su historia de la fotografía portuense, que, bajo el título “Del sol a la sal”, ha ido publicando en este periódico durante dos años (le convencí con el incontestable argumento de que pocos ingenios hay tan perdurables, en su frágil apariencia y desnuda sencillez, como un libro).


Mientras llega esa cita acudiremos el viernes a saber más de nosotros mismos merced a la magia de las imágenes, que nos permite, siquiera falazmente (o, tal vez, no), aprehender un instante, sentir que lo poseemos frente a la inercia suicida del tiempo. 

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
27 de Agosto de 2017

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