LIANAS PARA EL MONO


La ciudad de los cien palacios se ha transformado tres días, los que dura el fin de semana, en la de los doscientos monos. Silenciosamente, gracias al trabajo eficaz desarrollado por Tali Carreto y los hermanos César y Jesús Guisado, el Monkey Week, que cumple su séptima edición con 196 conciertos, ha ido ganando peso en nuestro calendario cultural, turístico y económico. Lo que hace unos años se observaba como una anárquica reunión de frikis musicales que paseaban su bohemia melenuda hoy se contempla como una cita artística que a cualquier ciudad le gustaría acoger.

La labor de los organizadores ha ido sembrando frutos y el mono cada vez se enseñorea más de las calles, feliz de cambiar las barras de una jaula por las de un pentagrama y de convertir El Puerto en su particular selva. El hecho de que el Monkey se haya situado fuera del debate político es beneficioso para el éxito del certamen, así como el acierto demostrado por los responsables públicos que patrocinan el evento dejando trabajar a quienes saben, en lugar de malmeter y entorpecer, como ocurre con más frecuencia de la deseable en otros casos (cada vez que coincido con Tali Carreto en los días inmediatamente siguientes a cada edición se me antoja que sufre depresión postparto y no me extraña. Si la administración tuviera que desarrollar el volumen de trabajo que encaran estos tres profesionales habría formado un Consorcio).

Otra de las ventajas del Monkey es el momento del año en que acaece, pues se convierte en una de las grandes armas contra la desestacionalización, esa palabra que casi todos los responsables políticos se empeñan en pronunciar, sin que casi ninguno alcance el término sin trabucarse (valga como atenuante su ausencia del diccionario de la RAE, aspecto que debiera solventarse en un cónclave de éstos).


Desde aquí mis sinceros deseos de que el mono siga encontrando sucesivas lianas en su camino, que sus manos topen con un escenario al final de cada salto. Y quede aquí mi reconocimiento a quienes se curran la monada, un aplauso que debe llegar también desde la sociedad portuense: el turismo es lo que pasa mientras diseñamos el logotipo.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
11 de Octubre de 2015

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