SIN NOVEDAD EN EL FRENTE
Un mantenimiento más prolongado del habitual de unas
temperaturas algo más altas también que de costumbre ha provocado multitud de reacciones
en medios de comunicación y redes sociales alertando de un hecho singular: este
verano vuelve a hacer calor. Hay incluso quienes, llegando más allá, vaticinan
que, una vez finalizado el estío, acaecerá un otoño prólogo de un invierno en
el que retornarán los fríos (en El Puerto humedad, variante etiológicamente
compleja sobre la que ha de pronunciarse la Organización Meteorológica Mundial).
Reconozco que siempre me ha sorprendido esa pasión, ese
seguimiento minucioso, que tantas y tantas personas realizan sobre algo en
definitiva tan cíclico como la meteorología. Algunas, en alarde de memoria, sin
acudir a la estadística, son capaces de aclararte si en julio de este año hizo
mayor o menor bochorno que en el mismo periodo de los cinco o diez años
anteriores o cuál fue el diciembre más lluvioso de los cuarenta que llevan
pagando impuestos sobre el planeta.
Hace unas décadas los hombres del tiempo, que aparecían al
lado de una A o una B asediada por enormes círculos concéntricos (a nadie se le
había ocurrido que resultaba mucho más descriptiva una imagen de lluvia o de
solecito sobre la localización correspondiente), pronosticaban el estado de los
cielos durante los tres próximos días, hablando del último un tanto de
tapadillo, casi como por compromiso y manifestadas las prevenciones legales
correspondientes. Los espectadores les observaban con cierto escepticismo,
otorgándoles una atención más espoleada por el hábito cortés que por la estricta
fe científica, citándose a veces la variante sádica que esperaba la
comprobación de un hipotético error.
Últimamente los meteorólogos le meten mano, sin pudor alguno,
a toda una semana, los más valientes se adentran en el mes completo y el más
intrépido pronostica los grados centígrados que adornarán el día del juicio
final por la tarde, incluida mención a hipotéticas brisas.
La adicción a la meteorología presenta como efecto secundario
menor el tedio de no pocos oyentes y como variantes oriundas más graves el
daagüismo y el dalevantismo, aunque aquí sea oportuno reseñar que nos
adentramos ya en un ámbito patológico.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
19 de Julio de 2015
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