CONSIDERACIONES PASIONALES



La Semana Santa que hoy termina me sirve varias líneas epistemológicas, algunas de las cuales nada tienen que ver con la teología. Sencillamente, no puedo entender cómo el hombre ha sido capaz de ir hasta la luna (380.000 kilómetros), darse un garbeo adornado de graciosos saltitos, instalar una bandera más dirigida a los terrícolas que a los selenitas y regresar (otros 380.000 kilómetros) sin mediar repostaje, y se muestra incapaz, en cambio, de predecir de manera prácticamente infalible (seré generoso) cuándo va a llover en las próximas horas y en qué cantidad. 

Creo que el espacio creciente que los medios de comunicación otorgan a la meteorología no se corresponde con las lagunas que aún presenta esta ciencia, y, mientras observo las explicaciones de los presentadores del tiempo, pienso en lo benéfico de su labor para paliar los destrozos causados por las absurdas leyes de nuestros políticos en la enseñanza de la geografía. 

Tampoco alcanzo a comprender por qué algunas hermandades no diseñan un plan que proteja a sus titulares de las precipitaciones, estrategia que pasa por la utilización de componentes tan tecnológicamente sofisticados como la escalera y el plástico, y me deja estupefacto esa alegría sádica que muestran algunas personas por el hecho de que la lluvia, o su amenaza, impida una salida procesional o desbarate su discurrir, regocijo más misterioso cuando procede de algunos integrantes de cofradías que justifican interiormente su sentir por las discrepancias mantenidas con su junta directiva. 

Confiemos en que las semanas de pasión futuras no se vean en buena medida destrozadas por el agua, y que su latir fervoroso siga creciendo en nuestra ciudad, pues su éxito es positivo para todos: para los creyentes, por razones obvias, y para los agnósticos y ateos, dada su terrena relevancia turística (que es tanto como decir económica).

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
31 de Marzo de 2013

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