SACERDOCIO HOSTELERO



Cada vez que se cierra un bar, hay algo que se clausura más allá de un establecimiento sujeto, como cualquier otro, al genérico dictado de las obligaciones legales y al lejano registro de las estadísticas.

Tras las puertas clausuradas de un negocio hostelero laten infinidad de sueños, de esperanzas, de ambiciones, de diálogos en grito o a media voz, de deseos que se materializaron o que languidecieron para siempre tras alguna frontera, y late también, desde luego, la bonhomía y la discreción de su personal, su sacro esfuerzo, dedicado a un oficio cuya entrega excede tantas veces de las convenciones contractuales, hasta el punto de transformarse en una especie de sacerdocio civil.

Pocas personas merecen tanto la jubilación como esos hosteleros de siempre que han hecho del trabajo su vida y del descanso la excepción. Por ello quiero desde aquí trasladar mi felicitación y reconocimiento a Antonio Sánchez López, tantas décadas al frente de El Rempujo, dispuesto ahora a disfrutar de ese ocio que conoció por primera vez, según propia confesión, durante un día, cuando ya contaba 48 años de edad, una cronología en la que otros se encontraban a las puertas de tan gozosas como privilegiadas salidas del mercado laboral.

Y quiero también mostrar mis mejores deseos para quienes han trabajado con él y ahora deben seguir su andadura profesional por otras sendas.

La historia es algo más que una sucesión de fechas donde se inscriben natalicios, óbitos, edificaciones o tratados; es también el espíritu de los bares, esos lugares en los que los parroquianos marchan a veces en paralelo a los acontecimientos o se dedican, simplemente, a intentar comprenderlos o a guarecerse de ellos.

El Rempujo ha sido una especie de segundo ayuntamiento. Con su cierre, y con el futuro traslado de las dependencias municipales a la Plaza Peral, hay una parte de la realidad de El Puerto que se esfumará para siempre, y que solo rescatará la brisa de la nostalgia, esa historiografía que se escribe en el papel de los sentimientos. 
 
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
20 de Enero de 2013

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