ARTE Y NATURALEZA
El Parque Metropolitano Marisma de Los Toruños y Pinar de la Algaida acogió recientemente el II Encuentro Arte y Naturaleza, una cita cultural puesta en marcha por la Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio, curiosamente días antes de que la remodelación ideada por José Antonio Griñán decretara su absorción por Obras Públicas.
La reunión, desarrollada bajo el impulso del director del Parque, Juan Martín (los gestores ambientales han sustituido en el mecenazgo a los nobles florentinos, debe ser cosa de la globalización), contó con el arduo trabajo organizativo de la infatigable Charo Troncoso, cuya actividad en el ramo es tal que el guadianesco Paulino Plata va a tener que abrir un expediente que la declare Bien de Interés Cultural, como a los toros de Osborne.
Se apuesta así, en este tiempo de energías renovables, por una energía que se renueva, continua, a sí misma, una energía totalmente sostenible, nada contaminante, la de la cultura, y se hace en un escenario ideal, un Parque que es un monumento poético de verso desnudo y libre, al que los sonidos roncos del asfalto llegan domesticados, exangües entre la frondosidad del lentisco y la retama, vencidos por la fortaleza lírica de las dunas, por la barrera natural de la marisma, allá donde triunfa la música, clara y transparente, de un agua que, coqueta en los médanos, acaba concediéndose al mar.
El encuentro nos permitió, entre otros placeres, disfrutar de las líricas zamoranas de Carmen Camacho, la soltura versal de Jesús Fernández Palacios, el timbre con el que Rosario Pérez Cabaña interpreta el erotismo telúrico de Quiñones o los matices andaluces y arábigos que se acunan en la voz de Javier Ruibal, al aire en la clausura entre abubillas y avocetas.
Nada extraño, en definitiva, en esta tierra gaditana, tan excelsa siempre que incluso alberga el gusto, de exquisitez intelectual, de alma pulida, de bautizar a una salina como de los Desamparados, esta tierra donde la primavera viste el mediodía de una luz adolescente, saludando luego al crepúsculo con sublimes violetas.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
1 de Abril de 2010
La reunión, desarrollada bajo el impulso del director del Parque, Juan Martín (los gestores ambientales han sustituido en el mecenazgo a los nobles florentinos, debe ser cosa de la globalización), contó con el arduo trabajo organizativo de la infatigable Charo Troncoso, cuya actividad en el ramo es tal que el guadianesco Paulino Plata va a tener que abrir un expediente que la declare Bien de Interés Cultural, como a los toros de Osborne.
Se apuesta así, en este tiempo de energías renovables, por una energía que se renueva, continua, a sí misma, una energía totalmente sostenible, nada contaminante, la de la cultura, y se hace en un escenario ideal, un Parque que es un monumento poético de verso desnudo y libre, al que los sonidos roncos del asfalto llegan domesticados, exangües entre la frondosidad del lentisco y la retama, vencidos por la fortaleza lírica de las dunas, por la barrera natural de la marisma, allá donde triunfa la música, clara y transparente, de un agua que, coqueta en los médanos, acaba concediéndose al mar.
El encuentro nos permitió, entre otros placeres, disfrutar de las líricas zamoranas de Carmen Camacho, la soltura versal de Jesús Fernández Palacios, el timbre con el que Rosario Pérez Cabaña interpreta el erotismo telúrico de Quiñones o los matices andaluces y arábigos que se acunan en la voz de Javier Ruibal, al aire en la clausura entre abubillas y avocetas.
Nada extraño, en definitiva, en esta tierra gaditana, tan excelsa siempre que incluso alberga el gusto, de exquisitez intelectual, de alma pulida, de bautizar a una salina como de los Desamparados, esta tierra donde la primavera viste el mediodía de una luz adolescente, saludando luego al crepúsculo con sublimes violetas.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
1 de Abril de 2010
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