COSMOGONÍA FERIAL


Tiene la Feria algo de cosmogónico, de antepenúltimo escalón evolutivo del universo, de cercanía al mundo perfecto y feliz. Por eso los elementos no pueden con ella y los portuenses acuden en masa a Las Banderas a pesar de la crisis. Este año se registra una de las mayores afluencias desde que Lehman Brothers empezara a joder la marrana (la más inapelable prueba de la globalización mundial la constituye esta dependencia del albero portuense de tan americano nombre, como de grandes almacenes de ropa). Ya se observó durante la noche del miércoles (las cenas de socios y de hermandades se van multiplicando y eso se advierte en el real) y en la jornada del jueves, habitualmente timorata, como de asomar a ver qué pasa, que voy porque voy pero sé que no va a haber nadie. Con la climatología acompañando (los daaguas no cejaron, pero eso va de suyo) vivimos un gran viernes, aunque conveniente es apuntar que el inicio de la Feria del Caballo sí redujo el ferianteo finsemanesco y que la coincidencia con la fiesta roteña tampoco ha ayudado, por aquello de que cada cual es cada cual y su Feria.

Con los años ha ido en aumento el número de actuaciones, tocándose diversos palos: al chunda chundeo ordenaticio de algunas instalaciones juveniles, rodeadas por un paisaje de macetones, se han incorporado directos que abordan sevillanas, flamenco hondo o música pop, tanto actual como de aquellos gloriosos ochenta, sin olvidar éxitos setenteros (en la permanencia en los micrófonos albéricos es donde se comprueba si una canción se ha erigido o no en clásica).

Por lo que respecta a la portada el toro ha marcado un antes y un después. La concejala de Fiestas, Rocío Luque, ha manifestado su deseo de indultar portadilmente al animal, del que se ha enamorado la luna, y ahora corresponde que su mayoral, Osborne, se avenga a seguir dejándolo en el sitio, pues el contrato establece que hoy, después de dos años, es su última jornada. El toro ha vuelto a triunfar como icono, ahora en modalidad ferial. El toro iconiza lo que toca, como Rey Midas del diseño, y ya pensamos que sin la figura del gigantesco astado nos faltaría algo a los feriantes denominación de origen.

Llama la atención que las dos nuevas formaciones presentes en el Consistorio (Levantemos y Ciudadanos), las que ahora vienen en denominarse emergentes (a mí no acaba de convencerme el palabro, cada vez que lo escucho me viene a las mentes una lavadora) carezcan de caseta. Debiera ser un principio constitucional (cada partido ha de montar caseta en su circunscripción lúdica) pero los padres de la patria olvidaron incluirlo en la Carta Magna. De aquellos resquicios vinieron estas ausencias (si al final la modifican, tiempo será de reflejarlo en el articulado).

Como la Feria es la propia vida, unos vienen y otros se van. Marchó, por ejemplo, la del PA y también la del Club Náutico, que nunca llegó a superar el alpujarrazo. Aquel descuido administrativo en la solicitud llevó a perder un emplazamiento histórico a un emblema señero de la Feria. Penó en su exilio, añorando la avenida principal y ha acabado por despedirse. Para la historia y el recuerdo quedarán aquellos buenos copazos con el ex presidente, José María Escribano, con quien uno echó notables risas entre las azuladas insignias marineras. Recuerda Caballero Bonald que somos el tiempo que nos queda. Yo digo que no somos las casetas que desaparecieron. Hay, en cambio, que saludar a las que se estrenan, como Volapié o Por estos ratitos, que entran con fuerza, y a las que se reincorporan, como la Peña El Chumi, que vuelve después de mucho (se tenía que notar que la incansable y portuensísima Mercedes Toronjo es ahora la presidenta de la entidad). Creo que las inscritas este año repetirán el próximo pero hay que referirse a la reducción infraestructural; las 73 de 2016 suponen 22 menos que las de 2014, guarismos que deben llevar a la reflexión. Parece imponerse una aminoración de tasas. Con la idiosincrasia no se juega.

A la concejalía de Fiestas hay que reconocerle la mejora iluminatoria. Poco a poco se abandonaron los motivos casetaturroneros, que en su día tuvieron sentido pero ya quedaban muy desfasados, y nos encontramos sorpresas más agradables estampadas en la magia de la noche. En esta zona privilegiada del planeta contamos con la magia de la luz natural pero a la nocturna se le ha de aplicar un esfuerzo que se va agradeciendo.

En el capítulo dedicatorio aplaudo la presencia de Málaga. Los espetos de sardinas han funcionado como reclamo y se ha gozado de una de las presencias institucionales mejor rematadas. Parece que los homenajes lejanos tocan a su fin y que el futuro se presenta más doméstico. Siempre tiene su puntillo eso de saber quién representará al territorio agraciado y cómo caseteará el mismo.


Pero los días han ido pasando (la Feria viste algo de farolillo vertiginoso) y hoy nos marcharemos tristes de Las Banderas (la pusilanimidad que los poetas atribuyen a los vespertinos dominicales nada es con la melancolía de los minutos postreros del lunes fiestavinofinícola), nos iremos conscientes de que quien no ha visto una tarde de Feria en El Puerto no sabe lo que es una Feria. Ni una tarde, por supuesto.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
2 de Mayo de 2016

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